Resumen:

La segregación socioespacial es un fenómeno ampliamente observado y analizado en las últimas décadas, enfocado casi siempre en su perspectiva residencial. En este artículo se estudiará en términos de posiciones ocupacionales, empleando una metodología que combina el lugar de residencia de los jefes de hogar y sus posiciones laborales para tres clases sociales: populares, medias y altas, con las que posteriormente se verificó la existencia de autocorrelación espacial. Este estudio involucró a la metrópoli Bogotá y a las jurisdicciones en proceso de metropolización, a fin de determinar la sensibilidad del índice de segregación a ciertas jurisdicciones y al conjunto total de la zona metropolitana. Se constató que el índice de segregación residencial es sensible a la metropolización de Bogotá con Mosquera y Soacha, y que su esquema general de segregación se reproduce en el conjunto de la zona metropolitana.

Abstract:

Socio-spatial segregation is a phenomenon that has been widely observed and analyzed in recent decades, almost always focusing on the residential perspective. This article studies socio-spatial segregation in terms of positions held at work, using a methodology that combines the place of residence of heads of households with their occupational positions, in three social classes: popular, middle and upper, and goes on to prove the existence of spatial correlations between them. This study involved the metropolis of Bogotá and jurisdictions of the city in the process of metropolization, in order to determine the sensitivity of the segregation index to certain jurisdictions and to the total metropolitan area as a whole. It was found that the residential segregation index is sensitive to the conurbation of Bogotá with Mosquera and Soacha, and that its general scheme of segregation is reproduced in the metropolitan area as a whole.

Palabras clave:
    • segregación socioespacial;
    • metropolización;
    • mezcla social;
    • categorías ocupacionales;
    • Bogotá.
Key words:
    • socio-spatial segregation;
    • metropolization;
    • social mix;
    • occupational categories;
    • Bogotá.

Introducción

Desde la perspectiva residencial, el rasgo más evidente de las metrópolis tercermundistas es la segregación socioespacial. La hipótesis en este trabajo es que en la fase actual de la urbanización de la población en Colombia, en la que es dominante la metropolización, la segregación se agudiza en los núcleos metropolitanos y se difunde con rasgos similares hacia sus zonas de influencia más próximas.

En este artículo se presentan los resultados de la medición de la segregación para la zona metropolitana de Bogotá, con los que se busca responder a la cuestión de qué tan sensible o, alternativamente, qué tan rígida es la segregación socioespacial a la metropolización. Esta cuestión es pertinente por razones de diverso orden, y entre ellas es de singular importancia en la coyuntura actual en vista de que finalmente se cuenta con una ley orgánica que contiene las reglas para la conformación de la Región Metropolitana de Bogotá (Congreso de Colombia, 2022), que establece como uno de sus propósitos el cierre de brechas sociales.

La metodología empleada combina el lugar de residencia de los ocupados y sus posiciones ocupacionales, para luego calcular la sensibilidad del índice de segregación, inicialmente a la incorporación de municipios emblemáticos de la metropolización bogotana y seguidamente al conjunto de municipios de la zona metropolitana.

Las posiciones ocupacionales permiten calcular el índice de segregación para tres clases sociales: populares, medias y altas, con las que seguidamente se verificó la existencia de autocorrelación espacial y de manera consecuente se mapearon sus resultados, procesos en los que se evidencia la ausencia de aleatoriedad en la distribución espacial de las clases sociales en la zona metropolitana. Con estos resultados se identificaron los vecindarios en los que existen mezclas sociales, que luego fueron caracterizados con base en tres indicadores del mercado laboral: desempleo, informalidad y desigualdad de ingresos.

En la primera parte se realiza una síntesis de los aportes teóricos, el estado del arte y las construcciones metodológicas relevantes para los propósitos que persigue este artículo para, en la segunda, realizar las mediciones y calcular las elasticidades. En la tercera parte se identifican los conglomerados espaciales de clases sociales y se efectúa la caracterización que, finalmente, nos dará luces para exponer algunas reflexiones acerca de los resultados.

Debates teóricos, resultados analíticos y cuestiones metodológicas

La humanidad ha conocido rudos determinantes de la segregación tales como el racismo, la xenofobia, la misoginia y la aporofobia (Cortina, 2017), entre los más comunes. No son los únicos determinantes, pues la imposición de estructuras jerárquicas entre semejantes también se encuentra en los orígenes de la segregación. La intolerancia de la especie humana a la incertidumbre (Beruete, 2019) es una explicación de la segregación que tiene vínculos darwinianos, en el sentido de que si las clases semejantes se atraen y se distancian de las diferentes es porque las consideran una amenaza, así no haya evidencia suficiente de que en efecto lo sean.

Aportes teóricos a la comprensión de las causas de la segregación

Que ciertos grupos de personas sean confinados en ciertos lugares por los miembros de otros grupos, o que a algunas personas les sea vedado el acceso a territorios en ocasiones bajo el amparo legal, son formas de segregación que se distinguen por el tipo de instrumentos empleados y los fines perseguidos. En el primer caso, la segregación activa busca impedir el acceso de miembros de grupos sociales con ocupaciones juzgadas inferiores y de bajas remuneraciones a vecindarios en donde los residentes están dispuestos a pagar renta de segregación para que esto ocurra y, con ello, evitar la llegada de personas prejuzgadas como intrusas. Por su parte, la segregación pasiva, que consiste en el rechazo a los más débiles, se realiza con fines de discriminación étnica, sexual, económica e incluso ideológica, siendo el apartheid su etapa histórica más insólita. Si hay algo en común entre estas dos modalidades, que son expresiones de desigualdad patrimonial, cultural y simbólica, es la propuesta autoritaria de un orden socioespacial, esto es, residencial, del que se desprende un modelo de uso y tenencia del suelo urbano (Schteingart, 2001).

La violencia como comadrona de la acumulación originaria del capital, el surgimiento de una nueva clase social como el campesino arrendador o las máquinas produciendo máquinas a partir de relaciones salariales, son rasgos de la Europa que transita del feudalismo al capitalismo (Marx, 1981). Estos rasgos no se encuentran de manera tan nítida en las colonias, pues su implantación tomará mucho más tiempo y adquirirá rasgos innatos a formaciones políticas disímiles. Por ejemplo, la segregación residencial prevaleciente durante la Colonia no fue determinada por una estratificación social inmanente a las clases sociales del capitalismo, pero sí por la usurpación a los aborígenes amparada por el derecho ibérico.

Hacia comienzos del siglo XX se conocieron estudios sobre segregación que se concentraron en la dimensión étnica, entre los que destacan los de la Escuela de Chicago, que intentó dar una explicación de la sociedad desde una perspectiva ecológica, que derivó en nociones darwinistas como la de distancia social o la de concentración natural (Park, 1999; Saunders, 1986). Para esta Escuela, las causas de agrupación de los individuos en el espacio urbano responden a afinidades raciales, étnicas y posición social (Simmel, 1988), agrupaciones que son resultado de una dinámica espontánea, no regulada, surgida de prácticas de socialización (Park, 1915), de manera que la segregación es considerada un incidente del crecimiento urbano y el metabolismo de la ciudad (Ruiz-Tagle, 2016); no como una patología urbana o social, sino como una etapa de transición hacia el equilibrio del orden social (Park, 1915).

Europa experimentó gran agitación social hacia finales de la década de 1960, que suscitó cambios paradigmáticos en la interpretación de los fenómenos de la esfera social. La segregación, por ejemplo, dejó de ser vista como resultado de las preferencias individuales y en la década siguiente se abordó como un proceso de construcción de estructuras sociales, impulsado las más de las veces por las fuerzas del mercado inmobiliario residencial, a lo que se sumaron variados intereses intelectuales asociados a su medición.

La agudización del fenómeno concitó el interés de intelectuales como Bourdieu (1999), para quien las sociedades jerarquizadas se inscriben en el espacio cuya estructura resulta de oposiciones que dan lugar al efecto de lugar o efecto de vecindad, que es conocido como la ausencia o escasez de capital humano, económico o social de los individuos que residen en vecindarios segregados y sus hogares. La ausencia de capital encadena a la gente a un lugar, reduce sus espacios de interacción a personas de su misma condición y, como consecuencia, refuerza su situación de pobreza y vulnerabilidad.

Más recientemente, Oberti y Préteceille (2016) sugirieron articular las explicaciones de la segregación a la crisis urbana y, como su resultado más conspicuo, a la estigmatización de los residentes de los vecindarios que sufren la segregación. De los variados elementos con que contribuye su obra, destaca la discusión metodológica sobre las maneras de medir la segregación y las escalas espaciales más pertinentes para hacerlo.

Los resultados analíticos

La segregación socioespacial es un fenómeno de escala urbana, lo que quiere decir que es común a aglomeraciones humanas de tamaño apreciable. Entraña efectos negativos como la ausencia de interacción entre los miembros de los diferentes grupos, el confinamiento de los grupos sociales segregados que promueve la fragmentación social y, para el conjunto de la sociedad, la carencia de cohesión social.

El crecimiento poblacional de las ciudades ha sido correlativo al descenso en la población rural, al igual que al cambio en la definición y el tamaño de las clases sociales. La aristocracia tradicional pasó a ser la burguesía moderna, y las clases medias tomaron fuerza expandiéndose y fragmentándose en distintos grupos (Medina-Echavarría, 1959).

Sabatini (2003) se refiere a la segregación como una remisión a «las formas de desigual distribución de grupos de población en el territorio», que son inmanentes a la diferenciación social y se expresan en situaciones en las que, por ejemplo, hay una distancia creciente entre las oportunidades de empleo y la ubicación residencial de las minorías segregadas, que es un factor que incide en la elevada desocupación de sus miembros. Pero ya no se puede considerar como un proceso natural, sino como un fenómeno impulsado por las fuerzas del mercado a través de la producción y el uso del espacio urbano (Leal, 2002).

Borjas (1994) detectó que el efecto de vecindad en grupos de bajos ingresos influencia negativamente la movilidad intergeneracional de la población, lo que perpetúa las desigualdades. Por su parte, las elites y grupos medios van escogiendo sus lugares de residencia y trabajo a su conveniencia, creando muchas veces vecindarios cerrados, con los que buscan homogenizar su situación con personas de similares características y separarse de la amenaza que implican los intrusos (CEPAL -PNUD, 1999).

Durston (2000) sostuvo que, en cierta medida, la homogeneidad social en áreas urbanas puede traducirse en el deseo de construir lazos de comunidad con personas similares, lo que se detecta en barrios con homogeneidad étnica, por ejemplo; un caso emblemático y muy extendido en todo el mundo es el de los barrios chinos (Quijano, 2019). Por su parte, los enfoques dualistas, que proponen la partición de las metrópolis en centro y periferia, introdujeron el relato de la segregación norte-sur; pero con el proceso de metropolización ésta se reproduce en la periferia, más allá de los límites del núcleo metropolitano (Delaunay y Dureau, 2004).

El fenómeno metropolitano es estudiado desde el ángulo de la crisis por Portes (1989), quien ve en el crecimiento desordenado de las ciudades una causa de la generación de patrones de segregación residencial en que los sectores de bajos ingresos, que en principio residían en proximidad a las clases pudientes, dejaron de hacerlo como resultado de la apertura a los mercados y la ampliación de las brechas en los patrones de consumo, y el consiguiente crecimiento de escala metropolitana, lo cual genera un nuevo modelo espacial caracterizado por una fuerte fragmentación (Roberts y Portes, 2008).

Reconocido el patrón de segregación residencial de la metrópoli, la cuestión subyacente es si conserva sus rasgos espaciales al considerar las relaciones de metropolización con los municipios de su área de influencia inmediata. ¿Qué tanto, en qué dirección y en qué lugares se modifica el índice de segregación residencial con el establecimiento y avance de las relaciones de metropolización? El análisis de sensibilidad que se propone se basa en el supuesto de que esas relaciones son las variables críticas que modifican el índice de segregación, con lo que se busca una respuesta tanto en la dirección de los cambios como en sus variaciones porcentuales.

Cuando la variación porcentual es positiva se infiere que el patrón de segregación se reafirma con las relaciones de metropolización; caso contrario a lo que ocurre con una variación de signo negativo, que indica que en el marco de proceso de metropolización los ocupados en esas posiciones ocupacionales han hallado nuevos lugares de residencia.

Las cuestiones metodológicas

La estructura técnico económica e industrial delineó nuevas pautas de consumo y estilos de vida en la población (Baño y Faletto, 1992), y es notable el proceso de división del trabajo en la sociedad capitalista; de él se desprendieron ciertas categorías de estratificación social que, en tiempos recientes, son discernibles a partir de la estructura ocupacional de los ocupados (Crompton, 1999). Al respecto, Filgueira y Geneletti (1981: 13) propusieron la siguiente jerarquía de estratos sociales:

  • Estrato superior y medio con ocupaciones secundarias y terciarias.

  • Estrato inferior en ocupaciones secundarias.

  • Estrato inferior en ocupaciones terciarias.

  • Estrato medio y superior en ocupaciones primarias.

  • Estrato inferior en ocupaciones primarias.

  • Otros.

Esta propuesta es levantada a partir de la situación latinoamericana de las categorías sociales. En ella evidenciaron una reducción de las actividades primarias, especialmente las rurales, la estabilidad de las ocupaciones urbanas de bajo nivel y un crecimiento de los estratos medios y altos (Atria, 2004). Por su parte, Regidor (2001) compara categorías ocupacionales de acuerdo con la fuente de ingresos, el nivel de renta, la seguridad económica y la posibilidad de movilidad ascendente a partir de un modelo sugerido por John Goldthorpe. Las clases resultantes presentadas por Goldthorpe son:

  • Clases I y II . Todos los profesionales y directivos, técnicos de alto nivel y supervisores de trabajadores no manuales.

  • Clase III . Empleados no manuales de rutina de la administración y el comercio, personal de ventas y otros trabajadores de servicios.

  • Clase IVab. Pequeños propietarios, artesanos autónomos y otros trabajadores por cuenta propia con o sin empleados.

  • Clase IVc. Campesinos y pequeños propietarios y otros trabajadores autónomos del sector primario.

  • Clases V y VI . Técnicos de grado medio, supervisores de trabajadores manuales y trabajadores manuales cualificados.

  • Clase VIIa. Trabajadores manuales semicualificados y no cualificados (que no pertenecen al sector primario).

  • Clase VIIb. Campesinos y otros trabajadores del sector primario (Feito, 1995).

Para el contexto local, Fresneda (2016) propuso un marco básico de interpretación de la configuración y evolución de la estructura de clases en Colombia posible de representar a escala de vecindarios en Bogotá (véase Cuadro 1).

Determinación de las clases sociales en Bogotá a partir de las posiciones ocupacionales
Clases Óscar Fresneda
(Encuesta Multipropósito 2014)
Populares 1. Obreros industriales, agropecuarios y empleados domésticos que perciben salario.
2. Pequeños campesinos y trabajadores independientes relacionados con negocios de subsistencia que no perciben salario.
Medias 1. Trabajadores independientes involucrados en negocios de la industria o los servicios(«pequeña burguesía» tradicional), en explotaciones agropecuarias (campesinado medio y rico).
2. Profesionales y técnicos tanto asalariados como independientes.
3. Empleados administrativos del comercio y los servicios.
Altas 1. Directivos, tanto asalariados como patronos.

Fuente: Elaboración propia con base en Fresneda (2016).

La evidencia sugiere que, junto con los factores residenciales de segregación, el mismo mercado de trabajo y su persistente concentración en el centro de negocios y áreas aledañas induce a esta separación entre residencia y trabajo, y que tal distanciamiento afecta a todos los grupos socioeconómicos, aunque aparentemente menos a los estratos altos.

La segregación socioespacial de escala metropolitana en Bogotá

A la segregación le es inmanente una dimensión espacial. El confinamiento de grupos sociales en ciertos lugares ocurre al calor de la configuración de cierto orden residencial, sin importar el tamaño de la aglomeración. Siguiendo a Lefebvre (1999), la segregación residencial es un acumulado histórico de eventos que han quedado grabados en el espacio. En la fase de metropolización, el confinamiento de grupos socialmente diferenciados ocurre en ciertas zonas de la metrópolis, aupado por mecanismos de autorrefuerzo de antiguos vecindarios segregados, así como por la emergencia de nuevas estrategias de autoconfinamiento atribuibles exclusivamente a clases pudientes.

Algunos rasgos históricos de la segregación socioespacial

Durante la época prehispánica, el cacicazgo entre los muiscas es sintomático de la complejidad social alcanzada por los aborígenes que, luego de una etapa de organización tribal para cuya reproducción se establecían poderosos vínculos a partir de la reciprocidad, introdujeron cambios técnicos en la producción y circulación de alimentos que propiciaron el incremento de la población, y con ellos una división del trabajo que permitía distinguir la pertenencia a ciertos grupos sociales, entre los que destacaban «administradores políticos, chamanes y sacerdotes, artesanos y comerciantes, guerreros, y otros más» (Reichel-Dolmatoff, 1978: 45-46). El señorío, con sus prerrogativas hereditarias, era potestad de unas cuantas familias cuyo linaje las situó a la cabeza de los clanes cónicos. Los pequeños núcleos de chozas, generalmente de forma circular u ovalada, eran la pauta de los asentamientos prehispánicos, que coexistían con chozas dispersas levantadas en las faldas de las montañas para abrigar a los agricultores. La segregación residencial prehispánica asociada a la incipiente estratificación social trajo consigo evidentes diferenciaciones en la vivienda. Esa estratificación es evidente a partir de las diferencias de la riqueza orfebre constatada por los hallazgos funerarios de arqueólogos y guaqueros.

La principal tarea encargada a los conquistadores españoles fue poblar, pues era el único medio jurídico con el que el derecho castellano les permitía la apropiación de la tierra en América. Los derechos de propiedad sobre las tierras usurpadas a los aborígenes provenían, en principio, de la licencia de la corona para fundar pueblos pues, al hacerlo, el poblador adquiría derechos sobre la jurisdicción, y aquellos que fundaran sin licencia se exponían a la pena de muerte (Brewer-Carias, 2008: 16-23).

La libertad de los aborígenes de las Indias fue condicionada mediante el artilugio jurídico de calificarlos como rústicos, esto es, personas frágiles que requerían tutela. Así surgió la encomienda, con la que se abolió la estratificación social de los aborígenes y se implantó una nueva, reforzada por otros mecanismos de segregación activa consistente en que a los que no eran confinados allí se les agrupaba en lugares alejados de los de residencia de los conquistadores. El derecho ibérico se difundió a través de instrucciones a los pobladores, cuyo contenido depuró y tornó más activa la segregación residencial. Los adelantados se beneficiaban de las capitulaciones otorgadas por la corona, y para conformar sus empresas conquistadoras reclutaban a sus soldados bajo la promesa del repartimiento de tierras para residir y explotar, más no del botín. En una instrucción datada de 1513 se encuentra que tal repartición se debía realizar de acuerdo con «las calidades de las personas». La existencia de personas de diferente calidad orientó el reparto de solares y heredades, tal como lo ordena una instrucción de 1523 en la que los caballeros se distinguen de los peones, y para ellos se crean las caballerías y las peonías (Brewer-Carias, 2008: 96-102). Fueron 179 individuos que componían las huestes de Jiménez de Quesada, distribuidos entre capitanes, jinetes y soldados a pie, quienes participaron en el acto solemne del 6 de junio de 1538 en el que se repartió el botín; le correspondió a cada miembro de esta jerarquía 1.66 %, 0.7 % y 0.37% del montón, respectivamente (Friedes, 1978: 82).

El urbanismo ibérico se instauró en las colonias españolas con intervenciones como la distribución ortogonal de las edificaciones, e introdujo reglas para que los templos y las edificaciones de gobierno ocupasen los sitios privilegiados de las plazas, desplazando la pauta de los asentamientos preexistente de disposición ovalada, poco dúctil para la reproducción de su principal legado, un orden residencial segregativo.

En la producción residencial durante la primera etapa del poblamiento ibérico prevaleció el interés sobre la interioridad, que hacía que las diferentes secciones de las viviendas confluyeran en torno al patio. Un rasgo del abolengo era el área interior pues, entre mayor fuese, era un indicativo de que la familia contaba con un número considerable de esclavos y sirvientes. Este rasgo se conservó durante la Colonia, aunque a medida que avanzó el poblamiento también lo hizo el interés por la exteriorización, con la que mutaron los patrones constructivos, dando lugar a la introducción de simbolismos nobiliarios tales como los balcones en las plantas elevadas (Arango, 1989: 73-75). La segregación residencial fundada en la calidad de las personas se acentuó con la diferenciación de las viviendas.

La encomienda era un mecanismo de coerción extraeconómica y, simultáneamente, de segregación residencial. La economía mercantil europea, principalmente, amplió el mercado para los bienes originarios en las colonias, pero ello tampoco era sintomático de la existencia de relaciones capitalistas de producción (Colmenares, 1978: 120). Entre los comerciantes se distinguían los mercaderes de los tratantes por la escala de los negocios, actividades que se desarrollaron en un contexto marcado por los ciclos del oro, que incidieron poderosamente en la economía y el trabajo, tal como ocurrió con los esclavos bozales, a quienes se les obligó a las arduas tareas mineras, mientras que los nativos fueron asignados a la agricultura y el servicio personal de los españoles, a través de mecanismos de usurpación de la tierra y fijación de los esclavos tales como las estancias, que persistieron por largo tiempo asumiendo formas como la del concierto y la del alquiler (Colmenares, 1978: 135-137).

El sistema de la encomienda entró en declive hacia la primera década del siglo XVII, y a partir de entonces se fueron conformando otros grupos que cobraron preeminencia en el escenario social, propiciando así la emergencia de conflictos entre los residentes de ciertos lugares (Colmenares, 1978: 121), tensiones que se prolongaron hasta los inicios de la vida republicana y que paulatinamente se fueron resolviendo mediante el tratamiento desigual, que ha sido la regla orientadora de la construcción del orden residencial a pesar de haberse introducido eventualmente paliativos institucionales. La Colonia es decisiva en la segregación socioespacial pues, además de propiciar escenarios para el desarrollo incipiente del capitalismo, también advirtió el tránsito de una situación de desigualdad jurídica a una de libertad modulada por las relaciones capitalistas emergentes.

Los primeros rasgos de las relaciones capitalistas de producción modernas se detectaron en los albores de los procesos fabriles (Colmenares, 1978: 120). El florecimiento de la agroindustria cafetera hacia mediados del siglo XIX apalancó el desarrollo de otros sectores productivos y de comerciantes, así como el ensanchamiento del aparato de Estado, cuya imbricación en tiempo y lugar propició la emergencia de ciertos grupos privilegiados: las elites urbanas. Adentrado el siglo XX, la convivencia interclasista que caracterizaba al centro de Bogotá comenzó a debilitarse con la marcha de las clases altas hacia el norte de la ciudad, fenómeno que se torna evidente hacia mediados de la década de 1930.

De Urbina y Zambrano (2009) aportan argumentos y estadísticas para discrepar de las versiones que les adjudican tal debilitamiento a los hechos ocurridos el 9 de abril de 1948, conocidos como «El Bogotazo», cuando el centro tradicional fue escenario de los hechos violentos acaecidos por causa del asesinato del líder liberal popular Jorge Eliécer Gaitán. Con base en los resultados del censo de población de 1951, y de acuerdo con las posiciones ocupacionales de los jefes de hogar, estimaron que 41.7 % de los hogares eran de clase baja, 54.8 % clases medias y 3.5 % pertenecían a las clases altas, que residían preferencialmente en el norte, más allá de la calle 72.

Amato (1968, citado por De Urbina y Zambrano, 2009) y Jaramillo (2012) advierten sobre la creciente polarización social que se experimenta desde entonces, mientras que otros han identificado la tradición obrera y popular del sur de Bogotá, que contrasta con lo ocurrido desde el centro tradicional en dirección norte, que se caracteriza por la existencia de «barrios residenciales de gran calidad en su diseño, acompañados de adornados parques y sinuosas vías arboladas, además de su opulenta arquitectura» (Colón y Mejía, 2019: 211).

Estos rasgos muestran que la segregación ha existido desde antaño y que sus causas han mutado, pari passu, con los cambios en la estructura económica, el mercado laboral y el consumo, asociados al devenir de la distribución del poder y las consecuentes transformaciones en las conductas sociales, que son indisociables de procesos más globales como la acumulación en ciertas clases, lo que les permite apropiarse de algunos lugares mediante mecanismos como el pago de la renta de segregación de la vivienda para transformarlos en sus vecindarios ostentosos. También ilustran sobre el marcado interés de tales clases en ciudades que, como en el caso de Bogotá, hoy son el epicentro del incontenible proceso de metropolización, cuestión que incita a la indagación sobre las continuidades o rupturas espaciales de la segregación a esa nueva escala, la de la metrópoli.

Decisiones metodológicas

Jacob Mincer propuso en 1974 la existencia de una relación positiva entre la educación de las personas y sus ingresos, y desde entonces, un sinnúmero de investigaciones ha procurado verificar sus ecuaciones en diferentes lugares; el retorno de la educación y la probabilidad de estar ocupado han sido las búsquedas más frecuentes. Hay diferencias sustanciales entre países y entre regiones; sin embargo, se encuentran regularidades como las de Paraguay, en donde «las diferencias en el nivel de escolaridad con que ingresan los trabajadores al mercado laboral se traducen en diferencias salariales sustanciales» (Cardozo et al., 2005: 5). Resultados como este sugieren que algo semejante ocurre con las posiciones ocupacionales. Se exceptúan los patronos y empleadores, en los que el nivel educativo no es restrictivo, en vista de que cierto tipo de habilidades les pueden facilitar el acceso a ese estatus a los emprendedores. Se propone en el Cuadro 2 contrastar los criterios del Cuadro 1 con el nivel educativo de los jefes de hogar.

Determinación de las clases sociales en la zona metropolitana de Bogotá a partir de las posiciones ocupacionales y el nivel educativo alcanzado por los jefes de hogar
Clases Posiciones ocupacionales y nivel educativo alcanzado
Populares 1. Asalariados de la industria, el gobierno y los servicios privados y del sector agropecuario que no han superado la formación media.
2. Trabajadores independientes que explotan un oficio.
3. Trabajadores dedicados a los oficios domésticos.
4. Jornaleros y peones vinculados a los sectores agropecuario y minero.
Medias 1. Asalariados que han concluido un grado superior a la educación media.
2. Trabajadores independientes que derivan su ingreso de una profesión.
3. Campesinado propietario o profesionales vinculados al sector agropecuario como arrendadores.
Altas 1. Patronos o empleadores sin importar el nivel educativo alcanzado.

Fuente: Elaboración propia.

Se emplearon los microdatos de la Encuesta Multipropósito 2017 (EM2017) llevada a cabo por la Secretaría Distrital de Planeación de Bogotá (SDP) y el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), que se basó en un muestreo que tomó las unidades de planeamiento zonal1 (UPZ) como unidad espacial; a diferencia de la de 2014, que se diseñó con base en las localidades. En el caso de esta última, la cobertura del operativo en los municipios de la Sabana con los que la capital sostiene relaciones estructurales y coyunturales de metropolización (Alfonso, 2010) se limitó a las cabeceras municipales, mientras que la de 2017 se extendió por las zonas rurales. Si bien ya se concluyó el operativo de la EM2021 y se conocen resultados preliminares, los microdatos aún no están disponibles, razón que alienta la realización de una pronta actualización de los resultados que aquí se exponen.

Con los registros de la EM2017 es posible conocer la posición ocupacional de los jefes de hogar, en siete categorías: obrero o empleado de empresa particular, obrero o empleado del gobierno, empleado doméstico, profesional independiente, trabajador independiente o por cuenta propia, patrón o empleador y aparcería, peón o sin remuneración. Con ellos se calculó el índice de disimilitud, que permite comparar la composición social de las distintas zonas de la metrópoli con la composición social general y determinar si en ellas se reproduce una composición social similar a la de la metrópoli. Si bien existen otras medidas tales como el coeficiente de localización, este índice se emplea porque «permite una respuesta sintética, siempre que las definiciones de las categorías [ocupacionales] y los desgloses espaciales sean los mismos en diferentes momentos» (Préteceille, 2006: 72):

I S = 1 2 i = 1 n x 1 X - x i - t i T - X

Donde xi es la población de la posición ocupacional X en el vecindario i y X es el total de los ocupados en la posición X en la zona metropolitana, mientras que ti es el total de trabajadores en el vecindario i y T es el número de trabajadores en la zona metropolitana. El índice toma el valor 0 ante la inexistencia de segregación y se aproxima a 1 si la distribución de los grupos sociales en la ciudad es segregada.

Sensibilidad del índice de segregación a la metropolización

Por metrópoli se entiende un núcleo metropolitano, en este caso Bogotá, y el conjunto de jurisdicciones con las que sostiene relaciones de metropolización, que se profundizan y ensanchan de manera paulatina en el marco de un proceso de poblamiento desequilibrado del país, en el que estas configuraciones espaciales se encuentran a la cabeza de la jerarquía del sistema urbano. Las relaciones de metropolización estructurales se captan en la intensidad de los movimientos de población de toda la vida que distinguen entre el lugar de nacimiento y el lugar de residencia habitual de las personas, de los que resultan saldos migratorios de signo positivo en las jurisdicciones diferentes del núcleo. Los cambios de lugar de residencia permanente ocasionan la progresiva integración de los mercados habitacionales, a los que les sucede la del mercado de trabajo; estos últimos generalmente van acompañados de la relocalización de establecimientos industriales, comerciales y de servicios otrora localizados en el núcleo en dirección de las jurisdicciones involucradas en el proceso de metropolización.

Esta noción se encuentra en la base de desarrollos institucionales recientes tales como el artículo L5217-1 del Código General de las Colectividades de Francia, modificado en 2014 por la Ley de Modernización de la Acción Pública Territorial y de Afirmación de las Metrópolis (Asamblea Nacional y Senado de Francia, 2014), y el artículo 12 de la Ley 2199 de 2022, Régimen Especial de la Región Metropolitana Bogotá-Cundinamarca (Congreso de Colombia, 2022). En estos desarrollos institucionales se conciben otros hechos metropolitanos tales como la movilidad cotidiana bajo la denominación de conmutación, y la provisión de servicios públicos y colectivos domiciliarios en sistemas que aprovechan las economías de una escala superior a la local.

Con base en un índice de metropolización que concibe las relaciones de metropolización como las interacciones de la población entre las jurisdicciones municipales a partir de los cambios de residencia permanente (Alfonso, 2010), se identificaron 21 municipios con las relaciones más intensas con Bogotá, y se agruparon jerárquicamente con los resultados de tal índice (véase Mapa 1).

Índice de metropolización con Bogotá, 2018

Fuente: Elaborado con base en registros censales del DANE.

Por su parte, los índices de segregación de Bogotá, calculados para cinco posiciones ocupacionales de los empleados residentes en las cabeceras municipales en 2005 y 2014 por Arbeláez (2017), dan cuenta de un aumento en las categorías patronos y trabajadores por cuenta propia, mientras que en las demás disminuyen. Esas medidas difieren de las calculadas en este estudio en razón de que se emplean siete, así como por la unidad espacial de análisis, que en su caso fueron las 19 localidades urbanas de Bogotá, mientras que aquí se emplean las 112 unidades de planeamiento zonal, además porque el operativo estadístico abarcó las cabeceras municipales y las zonas rurales de los municipios de la zona metropolitana; por lo tanto, no es de extrañar que los valores que se presentan en el Cuadro 3 sean, en cualquier caso, superiores.

Índice de segregación socioespacial de Bogotá por posiciones ocupacionales y sensibilidad a la interacción con municipios emblemáticos de la zona metropolitana, 2017
Obrero o empleado de empresa particular Obrero o empleado del gobierno Empleado doméstico Profesional independiente Trabajador independiente o por cuenta propia Patrón o empleador Aparcería, peón o sin remuneración
Bogotá 0.113 0.265 0.307 0.310 0.170 0.418 0.410
Bogotá más Soacha 0.119 0.263 0.306 0.317 0.172 0.426 0.401
(5.4 %) (-0.8 %) (-0.4 %) (2.3 %) (1.4 %) (1.8 %) (-2.3 %)
Bogotá más Soacha 0.126 0.261 0.299 0.318 0.170 0.414 0.404
más Mosquera (6.0 %) (-0.8 %) (-2.2 %) (0.1 %) (-1.3 %) (-2.9 %) (2.8 %)
Bogotá más Soacha más Mosquera 0.128 0.267 0.313 0.330 0.178 0.438 0.408
más Chía (1.5 %) (2.0 %) (4.4 %) (3.8 %) (5.0 %) (6.0 %) (1.0 %)
Bogotá más Soacha más Mosquera 0.128 0.266 0.313 0.330 0.178 0.439 0.408
más Chía más La Calera (0.0 %) (-0.1%) (0.0 %) (0.0 %) (0.1 %) (0.1 %) (0.0 %)

Fuente: Elaboración propia con base en registros de la EM2017, DANE, Alcaldía Mayor de Bogotá.

En los cálculos que dieron los resultados del Cuadro 3 se incorporaron algunos municipios emblemáticos del proceso de metropolización identificados en el Mapa 1: Soacha y Mosquera en el occidente, que son las jurisdicciones con relaciones de metropolización más intensas; Chía en el norte, en cuya jurisdicción se han tomado decisiones para contener la expansión metropolitana especialmente de las clases populares, y La Calera en el oriente, cuyos rasgos de ocupación residencial suburbana para hogares pudientes guarda grandes similitudes con los de Chía.

Tratadas como una unidad espacial Bogotá y Soacha, el índice de segregación de los obreros y empleados de empresas privadas, seguido del de los profesionales independientes, del de patronos o empleadores y del de los profesionales independientes, se refuerzan y confirman la extensión del patrón de segregación de Bogotá, mientras que para las demás se reduce. Al considerar a Mosquera en tal unidad, el índice se contrae para patrones y empleadores, empleados domésticos, trabajadores por cuenta propia y obreros y empleados del gobierno, en su orden. La incorporación de Chía hace que todos los valores del índice para todas las categorías ocupacionales se incrementen, mientras que tales valores son poco sensibles a la inclusión de La Calera.

Los resultados del Cuadro 4 son similares a los del Cuadro 3. Pero el hecho más notorio es que las variaciones positivas son el rasgo dominante al incorporar a los municipios del norte y el nororiente, mientras que la sensibilidad de los índices de segregación a la incorporación de los municipios del sur y el occidente es negativa, de manera que es allí en donde se hallan las nuevas opciones de localización residencial para la mayoría de los empleados de la zona metropolitana.

Índice de segregación socioespacial de Bogotá por posiciones ocupacionales y sensibilidad a la interacción con los municipios de la zona metropolitana, 2017
Obrero o empleado de empresa particular Obrero o empleado del gobierno Empleado doméstico Profesional independiente Trabajador independiente o por cuenta propia Patrón o empleador Aparcería, peón o sin remuneración
Bogotá 0.113 0.265 0.307 0.310 0.170 0.418 0.410
Bogotá más sur 0.119 0.262 0.306 0.317 0.172 0.426 0.400
(5.4 %) (-1.2 %) (-0.5 %) (2.2 %) (1.5 %) (1.9 %) (-2.4 %)
Bogotá más sur 0.127 0.258 0.302 0.317 0.172 0.414 0.400
más occidente (7.0 %) (-1.8 %) (-1.3 %) (-0.1 %) (-0.1 %) (-2.8 %) (0.0 %)
Bogotá más sur más occidente 0.130 0.262 0.316 0.328 0.182 0.438 0.403
más norte (2.0 %) (1.8 %) (4.7 %) (3.5 %) (5.7 %) (5.7 %) (0.7 %)
Bogotá más sur más occidente 0.130 0.262 0.316 0.328 0.182 0.438 0.403
más norte más oriente (0.0 %) (-0.1 %) (0.0 %) (0.0 %) (0.1 %) (0.1 %) (0.0 %)

Fuente: Elaboración propia con base en registros de la EM2017, DANE, Alcaldía Mayor de Bogotá.

Los resultados ratifican la reproducción del esquema de segregación socioespacial de Bogotá en la zona metropolitana, fenómeno de aguda trascendencia política de cara a la construcción de una región metropolitana que, como en el caso de la reglada por la Ley Orgánica 2199 de 2022, tiene entre sus finalidades el cierre de brechas sociales y entre sus principios la búsqueda de la convergencia socioeconómica. Esto remite a la segunda cuestión: la dimensión espacial de la segregación residencial de escala metropolitana.

Conglomerados espaciales y mezclas sociales, identificación y caracterización

La hipótesis nula es que las clases sociales, a la luz de la metodología del Cuadro 2, tienen una distribución aleatoria en el espacio metropolitano que, al corroborarse estadísticamente, indicaría la ausencia de segregación. Si se rechaza, se acepta la hipótesis alterna, que es la segregación socioespacial, y se da paso a la identificación y caracterización de los conglomerados de clases sociales.

Conglomerados espaciales de clases sociales en la zona metropolitana de Bogotá, 2017

Fuente: Elaborado con base en registros censales del DANE.

Conglomerados espaciales de clases sociales

Los valores del índice de segregación se sometieron al análisis de autocorrelación espacial. Los resultados del estadístico I Moran del Cuadro 5 indican que, dados los valores del estadístico z, la probabilidad de que el patrón de distribución espacial conglomerado de las tres clases sociales sea un fenómeno aleatorio es inferior a 1 %; por lo tanto, se rechaza la hipótesis nula.

Evidencias de autocorrelación espacial del indicador de clases sociales en la Bogotá metropolitana de 2017
Clases sociales I Moran z p value Distribución
Populares 0.079421 7.058595 0.00000 Conglomerada
Medias 0.257976 20.740995 0.00000 Conglomerada
Altas 0.262313 21.080219 0.00000 Conglomerada

Fuente: Elaboración propia con base en registros de la EM 2017, DANE Alcaldía Mayor de Bogotá.

Conglomerados espaciales de clases sociales en la zona metropolitana de Bogotá, 2017

Fuente: Elaborado con base en registros censales del DANE.

Conglomerados espaciales de clases sociales en la zona metropolitana de Bogotá, 2017

Fuente: Elaborado con base en registros censales del DANE.

Mezclas sociales

Los matices en el Mapa 3 indican que hay zonas en las que hay mezclas de clases sociales, esto es, lugares con valores elevados del índice se localizan en proximidad de lugares con valores bajos y viceversa. A partir de este hallazgo se construyó el Mapa 3, en el que se representan los valores del índice de segregación superiores a la unidad, lo que dio lugar a seis posibles tipos de vecindarios, tres con cierta exclusividad para las clases populares, medias y altas, y tres en los que hay mezclas evidentes.

Mezclas de clases sociales en la zona metropolitana de Bogotá, 2017

Fuente: Elaboración propia con base en cartografía del IGAC , Alcaldía Mayor de Bogotá, y registros de la EM 17.

En general, a las mezclas sociales se les atribuye un potencial de densificación que favorece al conjunto de la metrópoli; pero las deseconomías de escala en la construcción en altura, que se reflejan en los elevados precios en los rascacielos, son una poderosa limitación para ello (Clark y Moir, 2015). Si eso ocurre en el mercado habitacional, ¿cómo impactan las mezclas sociales el mercado laboral y la distribución del ingreso?

Caracterización de la segregación socioespacial y de las mezclas sociales con base en el mercado de trabajo

Las proximidades espaciales entre miembros de diferentes clases sociales se admiten con base en reglas que facilitan la interacción cotidiana benéfica para los residentes en el vecindario, y es plausible que con ellas se contengan los conflictos y su resolución violenta.

Como, por definición, la clase alta es conformada por los empleadores, sus miembros no conocen el desempleo ni la informalidad laboral, y la distribución del ingreso no ofrece diferencias tan marcadas como en el resto de las clases y los vecindarios. Un primer rasgo es que en los vecindarios de clase popular con presencia de clases medias las medidas de desempleo, informalidad y distribución medida por el coeficiente de Gini de ingresos convergen en valores medios; a diferencia de las cinco categorías restantes, en las que la amplitud del rango es evidente. La razón es que, tal como se aprecia en el Mapa 3, solamente existe un vecindario en que ocurre esta mezcla.

El segundo rasgo es que los valores promedio y, en general, el límite superior del intervalo de cada variable es más elevado en los vecindarios populares aun si hay mezcla social; es decir, que la contribución de las proximidades entre clases sociales a la resolución de los problemas laborales de los pobres es muy limitada y, en ocasiones, puede hasta agravarlos. Cuando la clase media se mezcla con la clase alta, el rango se amplía; pero la tasa de desempleo promedio se reduce, mientras que cuando la clase popular lo hace, se encoje el rango, pero el promedio es más elevado que cuando no hay mezcla (véase Gráfica 1).

Las mezclas sociales y el desempleo en la zona metropolitana de Bogotá, 2017

Fuente: Elaboración propia con base en registros de la E M 2017, Alcaldía Mayor de Bogotá, DANE.

Un valor atípico en la Gráfica 2 es la informalidad laboral en la mezcla social entre clases alta y media; sin embargo, el promedio es el más bajo de las cinco categorías analizadas, y es evidente que en ella el límite inferior es igualmente el más bajo. El promedio de la informalidad laboral es mayor entre los sectores populares cuando se mezclan con la clase alta, lo cual es atribuible a la manera como los hogares pudientes establecen sus relaciones contractuales con los hogares pobres para la prestación de servicios juzgados como inferiores, tales como los servicios personales y del cuidado, entre los más comunes.

Las mezclas sociales y la informalidad laboral en la zona metropolitana de Bogotá, 2017

Fuente: Elaboración propia con base en registros de la E M 2017, Alcaldía Mayor de Bogotá, DANE.

Que el ingreso se distribuye mejor entre los ricos que entre los pobres no es ningún hallazgo novedoso, como tampoco lo es que las deficiencias en el ingreso sean tan homogéneas que dan lugar a coeficientes de Gini bajos en ciertos vecindarios populares (véase Gráfica 3). Lo novedoso es que en la mezcla de clases populares y altas el límite superior sea muy similar al que se presenta en los vecindarios con preponderancia de la clase popular, atipicidad que no contrarresta el efecto global que hace que el promedio sea superior al calculado sin presencia de mezcla social.

Las mezclas sociales y la desigualdad de ingresos en la zona metropolitana de Bogotá, 2017

Fuente: Elaboración propia con base en registros de la E M 2017, Alcaldía Mayor de Bogotá, DANE.

Esta caracterización revela que no existe un vecindario totalmente monoclasista. Por lo tanto, las mezclas sociales son la regla y no la excepción, lo que no exime que haya capas sociales más permeables a la mezcla que otras; además, que en los vecindarios populares las mezclas sociales, particularmente con la clase alta, no ofrece réditos sociolaborales de magnitud considerable como para alterar significativamente las condiciones de marginación y desigualdad que padecen.

Reflexiones finales

La primera reflexión a la luz de los resultados de este trabajo es que la segregación socioespacial es un fenómeno de notoria estabilidad, casi inmutabilidad, constatable a partir de la persistencia del esquema general de segregación residencial; pero también de los valores del índice de segregación por categorías ocupacionales que, antes que contraerse, se ha incrementado de manera significativa. Esto implica que, por ejemplo, el choque migratorio experimentado por la metrópoli en la última década es adaptativo y no transformador del esquema segregativo precedente.

Por su parte, ese orden socioespacial es inelástico a la metropolización. Para las clases populares escasean las alternativas de satisfacción de sus demandas residenciales, y las satisfacen en los mercados informales de las jurisdicciones del sur, mientras que profesionales de ingresos medios encuentran que las soluciones residenciales que se encuentran en las jurisdicciones de occidente son más compatibles con sus intenciones de localización que las que se ofrecen en Bogotá. Por último, las clases altas encuentran en los vecindarios suburbanos del norte y el nororiente los entornos propicios para autosegregarse.

Como a las escalas espaciales que se ha realizado el análisis no se halla un vecindario exclusivo para alguna clase social, las mezclas sociales relevantes dibujan un orden residencial caleidoscópico. De esa combinación de matices sociales y ocupacionales no emanan de manera espontánea externalidades positivas del tipo economías de vecindario como las descritas por Abramo (2011) pues, tal como se estableció con las tres medidas del mercado de trabajo, en no pocas localizaciones predominantemente populares los indicadores sugieren un mejor desempeño que allí en donde hay mezclas con clases medias y altas.

La búsqueda de la causa final de la segregación socioespacial se ha enmarañado en el análisis de sus manifestaciones y de los vínculos con otros fenómenos sociales con los que se retroalimenta. Las teorías dan cuenta de sus mutaciones, los análisis indagan por sus conexiones con otros determinantes de la desigualdad social y las metodologías intentan innovar en procedimientos para lograr la medida más precisa. Y después de tantos esfuerzos, el fenómeno persiste, y con él crece el pesimismo entre los científicos sociales, que la ven tal como Don Quijote veía a unos supuestos gigantes en los molinos de viento a los que infructuosamente intentó combatir, a pesar de la prudencia que le recomendaba su fiel escudero Sancho ◊

Notas al pie:
  • 1

    Las unidades de planeamiento zonal (UPZ) son las unidades territoriales en las que está dividida la ciudad que concentran barrios y permiten planificar el desarrollo urbano en un nivel zonal. Estas unidades fueron recientemente reemplazadas por las unidades de planeación local (UPL) en el nuevo Plan de Ordenamiento Territorial (Decreto Distrital 555 de 2021). Sin embargo, para efectos de este artículo se hablará de las UPZ como unidades de análisis.

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Historial:
  • » Recibido: 28/04/2022
  • » Aceptado: 14/07/2022
  • » : 04/04/2023» : 2023Jan-Jun