Resumen

En este artículo se plantea de manera general la problemática en torno a la definición de las periferias. El objetivo es presentar al lector diferentes perspectivas teóricas y empíricas sobre el tema, así como esbozar los supuestos básicos que sustentan los diferentes análisis sobre las periferias. Para ello se plantea la necesidad de considerar su aspecto histórico, los procesos socioterritoriales que se presentan en ellas, las miradas locales de los diferentes espacios urbanos, la diversidad de los actores sociales y lo que perfila la heterogeneidad que las caracteriza. Se consideran tres ejes: la relación entre la ciudad y las periferias, la diversidad de los procesos territoriales y la existencia de varias periferias que conforman las ciudades actuales. Para terminar, se hace una breve reflexión sobre la relación de los estudios de las periferias con la teoría urbana en el siglo XXI.

Abstract

In this article, the problem of defining peripheries is presented in a general way. The aim is to present the reader with different theoretical and empirical perspectives on the subject, as well as to outline the basic assumptions underlying different analyses that have been made of peripheries. To this end, it is necessary to consider the historical aspect, the socio-territorial processes that occur in peripheral areas, local views of the different types of urban space, the diversity of the social actors taking part, and what shapes the heterogeneity that characterizes the peripheries. Three points are considered: the relationship between the city and the periphery, the diversity of the territorial processes involved, and the existence of several peripheries that go to make up a part of cities today. To conclude, a brief reflection is made on the relation of studies of peripheries to urban theory in the 21st century.

Palabras clave:
    • periferias urbanas;
    • procesos territoriales;
    • urbanización.
Keywords:
    • urban peripheries;
    • territorial processes;
    • urbanization.

Introducción

Si bien la urbanización, en el marco de las relaciones capitalistas basadas en la industrialización, tiene su origen en Europa desde el siglo XIX y en América en el XX, el presente siglo y sus cambios en el modelo económico mundial marcan un parteaguas en la expansión de las ciudades del planeta. De acuerdo con cálculos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en la primera década del presente siglo 50 % de la población del mundo vive en ciudades. Desde esta perspectiva, el análisis de las formas de expansión tiene una vigencia importante en la investigación sobre la cuestión urbana. Un tema central es el estudio de las peculiaridades de la expansión urbana y la relación que esta tiene con el entorno. De manera particular, es importante considerar las formas en que se incorporan a la ciudad los terrenos aledaños, pero tomando en cuenta las particularidades de los territorios cercanos y alejados que resultan afectados por la urbanización.

Lo anterior pone en el centro de atención la relación de la expansión de las ciudades hacia las periferias con las transformaciones territoriales, sociales, económicas y culturales que se presentan en estas zonas. En este proceso se centra el presente trabajo. Se aborda de manera general la problemática en torno a la definición y el significado histórico de la relación entre las periferias urbanas y la ciudad preexistente. Para ello se parte de tres preguntas sencillas, pero que se consideran fundamentales para contextualizar el tema de este número de la Carta Económica Regional: ¿qué son las periferias urbanas? ¿Cuáles son las características de la relación entre la ciudad y sus periferias? ¿Qué procesos territoriales, sociales, económicos y culturales tienen lugar en las periferias urbanas de las ciudades del presente siglo? Los elementos que delinean las respuestas se desarrollan brevemente en las siguientes páginas. El objetivo central es presentar al lector la problemática, diferentes perspectivas teóricas y estudios empíricos sobre el tema, así como esbozar los supuestos básicos que sustentan los diferentes análisis de las periferias.

Se parte de analizar la relación entre la ciudad y la periferia, la diversidad de los procesos territoriales y la existencia de varias periferias en las ciudades actuales; se termina con una breve reflexión sobre la relación de los estudios de la periferia con la teoría urbana en el siglo XXI. En el cuerpo del trabajo se hace referencia a algunos postulados teóricos que explican de manera general la estructura de la ciudad en sus diferentes momentos; también se hace referencia especial a los estudios existentes sobre la Ciudad de México, y de manera secundaria sobre Guadalajara y algunas ciudades latinoamericanas.

Los antecedentes: la relación entre la ciudad y las periferias

El crecimiento acelerado de las ciudades en las primeras décadas del siglo XXI ha implicado transformaciones en los procesos de urbanización heredados del periodo fordista,1 los cuales se expresan de diversas maneras en el territorio, y por ende en la geografía urbana. Una característica de la urbanización mundial reciente es la marcada presencia de las grandes ciudades, y también de las llamadas megaciudades o metrópolis. En estas se observa una expansión intensa que transforma los territorios aledaños, lo que da paso al surgimiento de nuevas formas urbanas en las que se distingue la urbanización de la ciudad del desarrollo urbano de las periferias (Soja, 2008; Méndez, 2004). En este sentido, las periferias se perfilan como territorios que se incorporan a las particularidades de las actividades urbanas en sus dimensiones territoriales, económicas y sociales.

La distinción entre la ciudad y la periferia no es novedosa, el crecimiento de las urbes y la expansión de la urbanización en distintos territorios ha sido un largo proceso que ha pasado por diferentes etapas históricas. En estas, las formas que han asumido las definiciones de las fronteras urbanas y la integración de las nuevas áreas han tenido diferentes significados. De esta manera, desde una perspectiva temporal, se pueden reconocer las particularidades de los procesos que se presentan en la franja fronteriza en la que la ciudad se delimita, pero también a partir de la cual se expande. En el contexto actual, en el que se presentan transformaciones urbanas aceleradas, es relevante reflexionar sobre las particularidades de la periferia del siglo XXI y aquellas que se han heredado o mantenido a través del tiempo. Para ello es necesario reconocer que la organización territorial de las franjas periféricas incluye la permanencia de estructuras arraigadas, construcciones antiguas, instituciones, usos y costumbres, así como relaciones humanas territorializadas (Connolly y Cruz, 2004; Jiménez y Ayala, 2017). Todos estos son elementos importantes que le dan contenido al significado de lo que se considera como periferias, por lo que se hará un breve recorrido histórico sobre este concepto, los referentes para ello son los casos de las ciudades de México y Guadalajara.2

Algunos investigadores (Zamorano, 2007; Hiernaux y Lindón, 2004; Nivón, 2016) han explorado el significado del término «periferia» a través del tiempo. Un primer elemento que es importante rescatar es que no se le puede desligar del desarrollo y la expansión de la ciudad. Es decir, el crecimiento de las urbes conlleva necesariamente la incorporación de terrenos cercanos de tierra rural a las actividades urbanas. Lo interesante es que este proceso territorial tiene un contexto histórico-social específico y no siempre se definió como periferia, sino que fueron usadas otras voces para referirse a él (Hiernaux y Lindón, 2004: 104-105; Zamorano, 2007: 13-15). De hecho, desde la época virreinal (del siglo XVI al XVIII) aquellas zonas que estaban en los límites de lo que conformaba el cuerpo de la ciudad eran llamadas «arrabales», que estaban conformados por pueblos indígenas y barrios mestizos (Nivón, 2016; Zamorano, 2007; López e Ibarra, 1996). Los pueblos indígenas, cuando llegaron a formar parte de las ciudades de México y Guadalajara, se les cambió su estatus a barrio de la ciudad a partir del siglo XVII.3

En el siglo XIX aparecieron otras palabras para referirse a la integración de nuevos territorios a la ciudad. En dicho siglo el ensanchamiento de la ciudad ya mostraba una diferenciación social y económica respecto de los poblados que ocupaban su zona limítrofe. Por una parte, se mantuvo el uso del término arrabal con una connotación despectiva y de rechazo, que aludía a la existencia de barrios estigmatizados como peligrosos, criminales, inmundos, sin reglas morales4 (Hiernaux y Lindón, 2004). Por otra parte, en la Ciudad de México, de manera alterna a los barrios, aparecieron las «colonias»; algunas tenían características urbanas y otras se presentaban más bien como poblados campestres que vinculaban los beneficios de la vida campirana con la urbana.5 En Guadalajara el crecimiento de la ciudad se dio principalmente a través de barrios para todas las clases sociales, y a finales del siglo XIX y principios del XX surgieron en la periferia las colonias higiénicas, habitadas por las clases medias y altas; mientras que los fraccionamientos para los trabajadores, también en las periferias, se desarrollaron años más tarde, en la década de los cuarenta (López e Ibarra, 1996).6 Los arrabales, las colonias y este tipo de fraccionamientos tenían en común su ubicación primero en las afueras, para después considerarse adentro de la ciudad (Zamorano, 2007; López e Ibarra, 1996). Es decir, en el caso de los poblamientos populares, antes de integrarse a la ciudad tenían que pasar por un proceso de incorporación, que implicaba una serie de carencias de servicios y un reconocimiento legal paulatino por parte del gobierno de la ciudad (Cruz, 1994).

Los términos arrabales y colonias estuvieron vigentes como formas de identificar y definir las zonas de crecimiento de la ciudad hasta la primera mitad del siglo XX. A partir de 1950, el desarrollo creciente del proceso de urbanización en México, y en otros países latinoamericanos como Argentina, Chile y Brasil,7 vinculado a la promoción del paradigma de la modernización mediante el impulso a la industrialización, transformó las características de las nuevas áreas de incorporación a la ciudad. Este proceso se estudió fundamentalmente con base en la corriente teórica de la llamada escuela de Chicago,8 cuyos postulados describen y explican la expansión urbana a partir del desarrollo de un centro urbano original hacia los espacios que lo rodean. Se consideraba al centro como el territorio en torno al cual gravita la dinámica del desarrollo económico, industrial y urbano, que se extiende hacia las afueras de la ciudad.9 De esta manera, la mancha urbana se extiende de forma centrífuga sobre territorios rurales que se subordinan a la dinámica del centro urbano (Connolly y Cruz, 2004). En este contexto aparece el término de periferia precisamente para dar cuenta de la diferenciación entre el centro y los territorios recién incorporados a la urbanización (Ramírez, 2007).

De esta manera, desde la segunda mitad del siglo XX se explica el proceso de expansión urbana a partir de la relación centro-periferia.10 Si bien se considera una sola ciudad, su dinámica muestra que se presentan procesos diferentes, que se expresan contradictoriamente en el territorio. Así, la ciudad se extiende a partir de un centro y con su expansión se descentralizan algunas de sus funciones, por lo que se distingue una tendencia a la consolidación progresiva de espacios residenciales para clase media, de vivienda para trabajadores, así como de centros económicos, zonas dotadas de servicios, etc. De forma paralela, la expansión de la ciudad llega al perímetro del área urbana, a la frontera, y en ella se da un proceso de incorporación de suelo rural que se transforma en urbano. Este proceso se lleva a cabo de manera gradual y su evolución se ha explicado como conurbaciones (Delgado, 2003). Desde esta perspectiva, la periferia tiene una localización geográfica ya que se identifica como el espacio que rodea a la ciudad, al centro. Sin embargo, como parte de la presencia tanto de estructuras territoriales heredadas del pasado como de otras surgidas a raíz del proceso de industrialización, sus territorios no son homogéneos, sino que se caracterizan por la presencia de elementos sociales y culturales diferentes.

Los elementos anteriores dan pie a dinámicas desiguales que aluden a las particularidades del poblamiento. Por una parte, desde el enfoque de la escuela de Chicago hay un cambio de percepción de las nuevas áreas urbanas; si bien se les identifica como zonas alejadas del centro, conforme se van integrando quedan cada vez más cerca de él. A las nuevas zonas se les denomina suburbios, habitados por sectores de la clase media en áreas residenciales, y aparecen elementos culturales que perfilan nuevas formas de relacionarse con el centro (Zamorano, 2007; Hiernaux y Lindón, 2004). Así, los suburbios residenciales se presentaron como espacios alejados del bullicio de la ciudad, exclusivos, con servicios comerciales modernos al estilo de las ciudades de Estados Unidos y con prácticas de movilidad basadas en el automóvil.

La relación de supremacía del centro sobre la periferia se expresó también, y al mismo tiempo, en la conformación de zonas habitacionales para trabajadores empleados fundamentalmente en la industria y el sector servicios. De esta manera, en otras áreas del círculo que rodea a la urbe se conformaron las llamadas ciudades perdidas, colonias proletarias y cinturones de miseria, que se caracterizaban porque prevalecían la precariedad de la vivienda autoproducida, la carencia de servicios y las condiciones de vida poco adecuadas de los pobladores. En general, se puede decir que se trata de nuevas urbanizaciones para los grupos sociales de escasos ingresos, conformados fundamentalmente por inmigrantes rurales y sus familias (Zamorano, 2007; Ramírez, 2007).

Es importante resaltar que el proceso fundamental que permite la configuración de las formas diferenciadas del poblamiento en la periferia es el referente a la creciente incorporación de tierras rurales a la ciudad. De hecho, el supuesto del crecimiento económico hasta la década de los setenta fue la transformación del mundo rural a urbano, de ahí que la supremacía de la lógica de la urbanización subordinara los procesos sociales y económicos de los territorios rurales. De esta manera, la expansión urbana se concibe en la frontera rural como una ocupación de espacios en blanco, sin memoria ni historia, por lo que se ignoran los efectos sociales y económicos de la urbanización en los espacios rurales con poblaciones preexistentes (Connolly y Cruz, 2004; Hiernaux y Lindón, 2004; Jiménez y Ayala, 2017). En este contexto, resalta la profunda dicotomía entre lo urbano y lo rural, que también se expresa en desigualdades relacionadas con la dotación de servicios, equipamientos, vivienda, infraestructura, empleo, etcétera (Nivón, 2005).

Así, en el último tercio del siglo XX la expansión de las ciudades generó periferias con procesos contrapuestos y dicotómicos. Desde la perspectiva territorial, las nuevas áreas que se incorporaron a las ciudades se caracterizaron por una diferenciación social y espacial en la ciudad de la población en condición de riqueza respecto de aquella en pobreza, entre áreas urbanas y rurales, dominantes y dominados, la ciudad formal y la informal11 (Ramírez, 2007; Hiernaux y Lindón, 2004; Zamorano, 2007; Cruz, 2001). Hacia finales del siglo XX, esta estructura territorial cambió significativamente, de acuerdo con las nuevas tendencias de la urbanización derivadas del agotamiento del modelo industrial.

De la periferia polarizada a las periferias y la diversidad de procesos socioterritoriales

En el panorama internacional, el paradigma industrial empieza a agotarse en las décadas de los ochenta y noventa del siglo XX, y con ello la dinámica de las ciudades se transforma. El cambio fundamental radica en la estructura económica de las formas de producción capitalista, se inicia un proceso de desindustrialización acompañado del retiro de la intervención estatal en la regulación de la economía. En este contexto, las ciudades, y en particular las grandes metrópolis, pasan por una reorganización económica y espacial que transita hacia transformaciones en la estructura social y urbana que se orientan a la concentración en sus territorios de empresas de finanzas y servicios especializados. Esto ha llevado al reemplazo progresivo de la industria manufacturera por servicios especializados, lo que ha implicado una concentración de sectores productivos «terciarizados» (Sassen, 2010). De ahí que se construyan espacios de centralidad que refieren a la creación de corredores urbanos financieros, comerciales, inmobiliarios y turísticos de alto nivel (Parnreiter, Fischer e Imhof, 2010; Pradilla y Pino, 2004; Castells, 1999).

Por lo anterior, en el siglo XXI el panorama es de una creciente urbanización, en el que las grandes ciudades del mundo han sido modificadas por el motor de la economía. Se han convertido en centros de poder, de actividades económicas terciarias y en nodos de interconexión en redes de flujos en y entre ciudades. Se trata de urbes multifuncionales, con un impulso derivado de los principios del mercado y coordinados en función de naturalezas corporativas y mercados o contractuales, todas ellas conectadas por redes (Méndez, 2002).

En el caso de las ciudades latinoamericanas -como México, Buenos Aires y Santiago de Chile-, se han identificado como elementos de la nueva base económica urbana (Mattos, 2004): 1) la existencia de un nuevo poder económico relacionado con las características de la economía mundial; 2) un dinamismo de la industria manufacturera acorde al nuevo patrón de flexibilización de localización y movilidad de la mano de obra, y 3) la reactivación del mercado interno, ya que en estas ciudades la demanda de productos se ha diversificado, están presentes desde productos de primera necesidad hasta los más sofisticados para los grupos pudientes.

Lo anterior ha permitido un creciente peso de la mercantilización en las rutas del desarrollo urbano, las que consideran los siguientes elementos (Mattos, 2007):

  • La financiarización de la economía mundial. Con el estímulo de las políticas de desregulación, privatización y liberalización ha aumentado la oferta de capital. Un espacio privilegiado de inversión de este capital excedente ha sido la ciudad, lo que ha llevado a una creciente inversión inmobiliaria que no responde a la demanda social.

  • El abandono de una planificación urbana racional, normativa y centralizada. Esta ha sido reemplazada por un enfoque en el que priman los criterios de neutralidad y subsidiariedad del Estado, lo que ha limitado significativamente el papel gubernamental en la gestión urbana.

  • Nuevo enfoque de gestión urbana. En él se da la generalización de estrategias de competitividad urbana y city marketing, mediante las cuales las autoridades buscan explícitamente atraer capitales nacionales y extranjeros.

Los tres puntos anteriores han permitido que la plusvalía sea uno de los principales criterios de inversión urbana, cuestión que orienta las acciones privadas inmobiliarias que han dado paso a transformaciones urbanas profundas. Este proceso incide tanto en las áreas ya urbanizadas que forman parte de la ciudad interior como en los nuevos espacios de expansión urbana en la periferia. Así, la expansión de la urbe deja de ser continua, y en esta nueva etapa se presenta como difusa.12 De esta manera, se conforma una periferia que no necesariamente rodea de forma compacta al área urbana, sino que se urbaniza a saltos; los poblamientos tradicionales preexistentes se urbanizan sin mantener la continuidad con la ciudad, a la vez que se yuxtaponen procesos rurales, urbanos, culturales y étnicos en territorios diversos (Ramírez, 2007; Delgado, 2003, Jiménez y Ayala, 2017). Estos cambios tienen un impacto territorial, social y económico que cuestiona los enfoques dicotómicos, duales y polarizados que se utilizaron en el pasado para estudiar los procesos periféricos.

En el siglo XXI, las características de las periferias urbanas se han transformado y, en un contexto de expansión urbana creciente, tienen elementos que las definen como lugares dinámicos y transformadores. Estos se refieren a que la diversidad social, económica y espacial de las periferias obliga a analizarlas a partir de la complejidad no solo de su relación con la ciudad, sino también de sus relaciones internas. De esta manera, los estudiosos de estas áreas de la ciudad no pueden dejar de considerar el carácter plural, múltiple y multicultural de la metrópoli (Nivón, 2016; Rosas y Frehse, 2016). De ahí que la fragmentación urbana, el surgimiento de nuevas formas urbanas, las desigualdades espaciales, la diferenciación social, las migraciones y la reestructuración de la economía urbana conformen un mosaico complejo donde se distingue una problemática en la que los procesos se engarzan, se relacionan, se combinan, se contradicen (Soja, 2008).

Ante este panorama y la complejidad de los procesos que se presentan en la ciudad, el viejo esquema de explicar la integralidad de ella a partir de la relación centro-periferia resulta ya muy limitado. Las fronteras de la periferia urbana se desdibujan, sus formas discontinuas expresan nuevas relaciones que indican que la urbanización no es un proceso externo a los territorios en transición sino que tiene determinantes internas, por ello las relaciones sociales y culturales que se presentan en ellos trascienden las definiciones del espacio físico. Por otra parte, las interpretaciones dicotómicas que se centran en la definición de límites y fronteras, de la separación entre lo urbano y lo rural, ocultan la complejidad de las diversas relaciones que contactan con diferentes procesos, con actores sociales disímiles pero cercanos en el territorio, y con formas heterogéneas de habitar la ciudad.

Ante esta variedad de relaciones, pareciera difícil sostener la existencia de una sola periferia; tal parece que estamos ante la existencia de varias periferias, o por lo menos tenemos articulaciones diferenciadas de procesos en las áreas que se urbanizan. Esta situación parece explicar la diversidad, pero también la fragmentación de los estudios realizados en México sobre los territorios periféricos, los efectuados desde diferentes miradas disciplinares. Entre ellas se puede hacer referencia a la relación espacio-tiempo; de esta manera, desde la historia se han realizado trabajos que aluden a los cambios territoriales y de significado de las áreas periféricas (Rosas y Frehse, 2016; Hiernaux y Lindón, 2004; López e Ibarra, 1996), así como de las formas de vida y del papel de los poblamientos tradicionales en las nuevas formas de urbanización (Álvarez, 2011). Otra dimensión ha sido la antropológica, desde la cual se han abordado las diferentes formas de habitar la ciudad (Duhau y Giglia, 2008) y las disputas de los actores sociales por la apropiación de diferentes espacios urbanos (Cruz, 2013; Ramírez, 2013). A partir de la historia se ha estudiado la relación de intercambio de productos y servicios entre los habitantes de los pueblos de indios y los de la ciudad (Jiménez y Ayala, 2017). Desde la sociología y la geografía se ha estudiado la relación urbano-rural a partir de la consideración de las diferencias territoriales, de la yuxtaposición de usos de suelo urbano con usos tradicionales, de la coexistencia y transformación de los diferentes modos económicos agrarios y urbanos, de la relación de residentes oriundos y nuevos residentes, de la resistencia de las actividades agrarias y de la diversidad del poblamiento (Cruz, 2001; Ramírez, 2007; Ávila, 2015; Delgado, 2008; Méndez, Vieyra y Poncela, 2017; Jiménez, 2016).

La periferia y la teoría urbana en el siglo XXI

Los estudios que se acaban de mencionar ya dejan claro que la definición de periferia se vuelve más complicada porque no es posible deslindarla de los procesos particulares que se expresan en el territorio. De esta manera, a la luz de los cambios señalados arriba es necesario replantearse varias preguntas: ¿qué son las periferias en una gran metrópoli? ¿De qué periferias hablamos? Es importante alentar la búsqueda de una respuesta lo más apegada posible a los procesos que se señalan en el apartado anterior, que abarque las nuevas realidades del siglo XXI y no deje fuera ningún territorio que se vea afectado por el quehacer de lo urbano.13 La inquietud es superar la idea preconcebida que se tiene de pensarla y estudiarla exclusivamente desde lo urbano, punto de vista que considera el entorno solo como tierra vacante, disponible para cualquier actividad urbana que se quiera desarrollar en ella; o que «todo lo que existe fuera de la ciudad» únicamente existe con el propósito de servirla. En este sentido, también habría que cuestionar que hasta ahora ha existido una tendencia a analizar lo urbano como diferentes aglomeraciones contenidas en sí mismas. El argumento que sustenta la necesidad de repensar lo anterior es que los cambios drásticos que se viven en el ámbito urbano a nivel global, planetario, en el siglo XXI requieren un cambio radical del paradigma vigente, con el cual se concibe y teoriza lo urbano.14

Desde esta perspectiva, es importante retomar algunas propuestas teóricas que abonan a la necesaria revisión de la teoría urbana. Para este efecto se retoman las aportaciones de Brenner y Schmid, que han causado verdadero revuelo en los estudios urbanos. Específicamente, su planteamiento de la «urbanización planetaria» expone las limitaciones de la teoría urbana prevaleciente desde Lefebvre, en 1970, hasta nuestros días para explicar la realidad de la urbanización del siglo XXI. Su propuesta, ampliamente difundida, ha sido retomada por varios autores y discutida a partir de perspectivas novedosas, como: minería transnacional (Bobbins y Trangoš, 2018; Arboleda, 2015), visión tradicional de la ciudad a través de términos binarios (Angelo, 2016), la rapaz pesca transnacional (Arboleda y Banoub, 2016), entre muchos otros. La idea central es que las áreas urbanas no son islas desconectadas de su entorno, el que se entiende en un sentido mucho más amplio. Es decir, no solo como el de la periferia inmediata a cada aglomeración urbana, sino que incluye áreas mucho más alejadas, sobre las cuales la ciudad ejerce su influencia y al revés.

Brenner y Schmid han llamado a ese más allá paisaje operacional. Es decir, desde esta perspectiva las periferias de las ciudades incluyen todas las áreas alejadas de las ciudades que permiten su funcionamiento y la acumulación de capital.15 La gran contribución de este enfoque, mucho más amplio, es que hace visibles las interacciones de las ciudades con vastos territorios afectados por la urbanización en el resto del mundo (Brenner y Schmid, 2015: 153-154). De esta manera, se plantea que el mundo urbano actual prácticamente aniquiló el espacio ontológico de lo que queda fuera, y que ya es posible construir una teoría urbana sin un afuera (Brenner, 2014). Con este enfoque de la urbanización planetaria, sin un exterior, se deja atrás la vieja dicotomía de lo urbanorural, punto de partida esencial para explicar los estudios urbanos que todavía consideraban que existe la periferia.16

Las reacciones que cuestionan el planteamiento de la «teoría urbana sin un afuera» no se han hecho esperar. Sus detractores proponen que se modere la postura, que se replantee la idea de la urbanización planetaria para que no peque de lo mismo que critica. Es decir, que se replantee la idea de que las ciudades se expandieron tanto y, a su vez, las periferias se redujeron a tal punto que sus bordes se desdibujaron y la diferencia entre lo urbano y lo no urbano no existe más (Brenner y Schmid, 2015).

Las contrapropuestas, aunque reconocen que el impacto de la urbanización es más amplio de lo que se venía asumiendo (Chattopadhyay, 2010), plantean que esto no niega automáticamente que existan procesos no urbanos. Como dice Jazeel (2018), hacer tiene un costo analítico para quienes quieren estudiar diferentes facetas del planeta. La visión meramente urbana, con todo y el paisaje operacional, se quedaría corta y estaría negando otros procesos socioespaciales que tienen lugar de forma simultánea. En pocas palabras, se estaría planteando la inexistencia de las periferias y de los procesos no urbanos que tienen lugar en ellas. La unidad ontológica de lo urbano sin un afuera ha sido motivo de críticas desde diferentes ángulos (véanse Ghosh, 2017, y Roy, 2016). Así que sigue vigente la insistencia de Lefebvre, en su escrito seminal del «derecho a la ciudad», en que lo urbano y lo no urbano constituyen un todo ontológico (en Ghosh, 2017). En aras de una precisión conceptual mayor, se ha hecho a un lado la teoría sin un exterior y en su lugar se propone un debate más amplio sobre la teoría urbana sin un dualismo adentro/afuera, o sin un ciudad-centrismo (Brenner, 2018: 8). Como se vio en el apartado anterior, en la relación que se hizo de los diversos estudios multidisciplinarios de las cada vez más complejas periferias, ese exterior todavía existe e imprime sus propias dinámicas en el territorio.

Además de los problemas de la periferia ignorada y de la periferia desdibujada que se acaban de abordar, existe el problema explícito o implícito del uso del término para explicar la realidad contemporánea e histórica.17 En este sentido, Gilbert enfatiza que el «lenguaje es importante» y puede llegar a ser «peligroso» (2007: 705 y 697), por lo que no es aconsejable aceptar los términos asumiendo que su significado es obvio y generalizable. Por el contrario, hay que escudriñarlos y definirlos claramente (Marcuse, 2015). Para ello, Gilbert (2007) expone como ejemplo el caso del término slum (tugurio), que ha sido usado por la ONU con una connotación despectiva para referirse a la urbanización popular, lo que sesga el análisis y la interpretación de este tipo de asentamientos.

En el ámbito urbano, el uso cotidiano de términos tales como las dicotomías centro-periferia o campo-ciudad encierra en sí mismo concepciones de realidades que no son universalmente aplicables, por lo cual se encubren referencias a formas específicas de entender la ciudad, así como las formas en que esta se habita y se transforma. Al estudiar otras realidades con las ideas preestablecidas se afecta la forma en que se conciben a las ciudades. Como lo señala Chattopadhyay, la preocupación consiste en que se siga usando un vocabulario arraigado en los estudios urbanos «a pesar de décadas de investigación empírica que ha militado en contra de esos hábitos [en el uso] del lenguaje» (2010: 649).18

En el caso del uso genérico del término periferia se puede hacer un cuestionamiento que refiere a su utilidad, ya que al generalizar no es posible identificar la mirada analítica del investigador ni los presupuestos del estudio, por lo que se puede llegar a hipótesis o resultados pocos relevantes. Por ejemplo, plantea Chattopadhyay (2010: 650), se puede analizar un tipo de poblamiento característico de las ciudades de los países en vías de desarrollo, como lo son los asentamientos irregulares (slums, como los llama la ONU) que se desarrollan en ellas. Este tipo de asentamientos, que cubren vastas áreas de las periferias de las ciudades, típicamente se han considerado un fenómeno anormal. Por ello a lo largo de más de medio siglo se han instrumentado múltiples formas de evitarlos y acabar con ellos. Plantear y optar por estas acciones expresa una cierta concepción de ciudad, lleva implícito lo que se considera que la define y lo que debe ser. Bajo estos supuestos se ocultan las características específicas de los procesos de urbanización popular, ya que en lugar de considerarlas una anomalía, en realidad se pueden explicar como una característica integral de las ciudades de los países en desarrollo.

Es importante reconocer la dinámica de cambio constante en una periferia urbana cada vez más compleja, por lo que aquí se plantea que conceptualmente es útil considerar ya no a la periferia, sino a las periferias. La revisión de las particularidades históricas y actuales del término y significado de periferia o periferias nos da elementos para enfatizar la necesidad de considerar en su estudio el uso de términos precisos que contribuyan a una comprensión integral de los procesos que se llevan a cabo en estos territorios. Por ello es necesario tomar en cuenta que su estudio tiene que considerar las nuevas realidades urbanas de los territorios cercanos, así como su articulación a los procesos que involucran a todo el planeta. Es decir, por un lado, se requiere considerar a las periferias cercanas con la diversidad de estructuras territoriales heredadas del pasado y las nuevas estructuras de la ciudad difusa del siglo xxi, y por el otro lado, a las periferias alejadas que hacen posible su funcionamiento, sin olvidar que en ambos casos los procesos que orientan la conformación de las periferias es la disposición territorial que mejor responde a la acumulación de capital. En este sentido, identificar las preconcepciones implícitas o explícitas que se tienen de lo que son las periferias y las transformaciones que están teniendo lugar en ellas contribuye a la construcción de elementos teóricos generales que ayudan a explicar el fenómeno urbano, y con ello su articulación con las periferias, cercanas, lejanas y diversas ◊

Notas al pie:
  • 1

    Modelo económico basado en la industrialización y concentración de fábricas y de mano de obra en las ciudades.

  • 2

    Aun cuando las ciudades de México y Guadalajara son casos muy concretos, las características históricas generales de su desarrollo urbano tienen similitudes con las de otras urbes latinoamericanas, ya que comparten el proceso de colonización española, que perduró entre los siglos XVI y XVIII.

  • 3

    En el caso de Guadalajara, Analco, Mezquitán y Mexicaltzingo se incorporaron a la ciudad en ese siglo (López Moreno, 2001: 103; Ayala y Jiménez, 2005: 4).

  • 4

    Como la expansión del barrio de Tepito y los poblados localizados cerca de la Penitenciaría de Lecumberri.

  • 5

    En la Ciudad de México, Los Arquitectos es un ejemplo de las colonias urbanas, y Santa María la Rivera, de una colonia campestre (Morales, 2011).

  • 6

    En Guadalajara son ejemplos de colonias higiénicas la Americana, la Francesa y la Moderna.

  • 7

    Al respecto se puede revisar el trabajo de Germani (1967).

  • 8

    Dos autores que se considera forman parte de la corriente de la escuela de Chicago son Burgess (1974) y Wirth (1988).

  • 9

    Se consideraba que este dinamismo tendría impacto no solo en el crecimiento urbano, sino también a nivel regional.

  • 10

    Si bien este trabajo se circunscribe al estudio de la expansión urbana, es importante mencionar que la relación centro-periferia se constituyó también en un referente teórico para explicar las desigualdades socioeconómicas. Sobre esta base, a fines de la década de los sesenta apareció desde el marxismo la teoría de la dependencia, que de alguna manera también considera esta supremacía de procesos económicos dinámicos de los países centrales que se expanden y subordinan a los países periféricos.

  • 11

    En el caso de la Ciudad de México estas diferentes dicotomías se manifestaron en la formación de espacios urbanos para sectores de altos ingresos, ubicados en las delegaciones del poniente de la urbe (como Cuajimalpa), para sectores medios y altos en el sur de la ciudad, mientras que el oriente se caracterizó por la precarización y pobreza de los asentamientos humanos de la época (Nivón, 2005). En el caso de Guadalajara se mantiene desde la Colonia la tradicional división a partir de la calzada Independencia, que antes fue el río San Juan de Dios. Al oriente el sector popular y al poniente los sectores medios y altos. Aunque desde mediados del siglo XX ya es notoria en la periferia de la ciudad la urbanización popular, y en la periferia lejana resaltan los cotos campestres para los sectores medios y altos.

  • 12

    Para Soja (2008), de acuerdo con su estudio sobre ciudades de Estados Unidos, la nueva morfología de la ciudad corresponde a formas policéntricas o de archipiélago (en este último caso se refiere a urbanizaciones cerradas).

  • 13

    Lo urbano es un término controversial del que se asume su significado. Es un término «sombrilla» que incluye diferentes unidades espaciales, como «ciudad, región metropolitana, conurbación, megalópolis, megaciudad, megarregión, etc.» (Brenner y Schmid, 2015: 154).

  • 14

    Lefebvre señalaba en 1970 que era necesaria la reconceptualización de lo urbano; pero, desafortunadamente, se ha seguido considerando implícitamente que las periferias están constituidas por las tierras que quedan más allá de los límites de la ciudad. Ese más allá es lo que hay que establecer.

  • 15

    Esto incluye, por ejemplo, no solo los basureros que existen alrededor de las ciudades, sino también las otras extensas áreas en donde se dispone la basura, como los océanos (en los que se tiran entre 4.8 y 12.7 millones de toneladas de plástico al año [Jambeck et al., 2015]); las grandes extensiones de tierras dedicadas a las industrias extractivas, energía y agua, los nuevos espacios económicos, la comodificación de las áreas silvestres e incluso en la atmósfera terrestre con los innumerables satélites y desechos que se encuentran en órbita, que pesan más de 7 600 toneladas (Liou en Nelson, 2018).

  • 16

    Cabe señalar que a pesar de que negaban la existencia del exterior a lo urbano, en ocasiones también hacen referencia a que hay otros espacios, pero no totalmente independientes (Brenner y Schmid, 2015: 174-175). Brenner (2018) plantea que su intención fue cuestionar las asunciones que se hacían de la periferia entendida como lo no urbano, el espacio afuera de la ciudad, más allá de sus fronteras.

  • 17

    El uso impreciso de los términos por parte de Brenner y Schmid dio pie al menos a cuatro años de artículos que trataron de precisarlos en diferentes contextos.

  • 18

    El cuestionamiento del uso de los términos binarios fue uno de los detonantes de los debates actuales de la teoría crítica del urbanismo, como se acaba de señalar párrafos atrás.

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Historial:
  • » Recibido: 21/11/2018
  • » Aceptado: 12/04/2019
  • » : 15/12/2021» : 2019Jul-Dec