El texto que he leído tiene un título atrevido e interesante. Hablar de mercado y región es referirse a una asignatura que no debemos descuidar, sino que es necesario atender para comprender muchos de los procesos en que estamos inmersos hoy en día. Entender el mercado, como concepto y espacio económico es fundamental para definir la región -pequeña o grande, nacional o mundial- y explicarnos cómo, con quiénes y con qué se han formado estas áreas ocupadas por seres humanos, así como las asimetrías que se viven todos los días en estos espacios comunes, sin distinción. Es necesario dejar de lado los asuntos que han ocultado problemas sustantivos, que no se resuelven sólo con repartir dinero a desplazados y marginados o buscar modelos para tratar de resolver la desigualdad con la sola capacitación de las personas. Un problema complejo, sin duda, que ya no debemos eludir.

Los textos que integran el libro Mercado y región abordan estos dos conceptos desde distintas perspectivas, con sus acepciones, interpretaciones y lecturas particulares, lo que remarca cuán importante es entender el comportamiento y los cambios provocados por las relaciones humanas, económicas, políticas, sociales y culturales con el transcurso del tiempo y en distintos espacios. La mayoría de los trabajos de esta compilación se centran en el espacio colombiano, en el altiplano cundiboyacense;1 pero uno aborda el caso mexicano -con sus propias características- con la misma intención analítica de interpretar el mercado y la región.

La propuesta de las compiladoras fue que los autores desarrollaran los conceptos de mercado y región en sus textos con la intención de buscar explicaciones basadas en ellos. Les solicitaron advertir y analizar los componentes del mercado desde sus áreas de estudio a partir de identificar las condiciones en las cuales ocurrieron intercambios en que los indios tuvieron una presencia sustantiva durante un periodo que va desde antes de la conquista hasta el siglo XXI, en las condiciones y con los contratiempos propios de un estudio que implica abarcar tanto tiempo; pero con el acierto de que el trabajo se hizo en diferentes capítulos, que no necesariamente se refieren todos a ese tiempo, pero sí al mismo espacio. Sus estudios se basan en ciertas definiciones de mercado que buscan delimitar el espacio; como se menciona en otros trabajos: «construir la región a partir de las evidencias y conceptualizaciones hermenéuticas», lo cual se intenta hacer en los textos que integran el libro.

Es necesario entender que el de mercado es un concepto analítico y una realidad que engloban los diferentes actos que implican la producción, la circulación, el intercambio y el consumo de productos en sus diversos niveles y formas. Esto nos permite definir el espacio de acción de tales intercambios y explicar sus condiciones internas y externas. Sobre todo, entender que el mercado no es homogéneo, único, sino con formas disímbolas y asimétricas que imponen cambios y alteraciones que no siempre tienen las prácticas conocidas, que las nuevas pueden alterar los espacios y la ecología y que tanto los espacios urbanos como los rurales participan como vectores de la integración o la circulación. Por ello la definición y aplicación hermenéutica de estos conceptos sirve para fundamentar su uso como herramienta analítica. Al respecto habría que señalar algunos aciertos, pero también que hubo contratiempos en su uso y aplicación.

La descripción que se hace del espacio cundiboyacense es interesante porque muestra lo que hemos señalado, que los mercados existen como espacios de intercambio integrados y definidos por este concepto, que parece complejo pero no lo es. Las evidencias presentadas en los trabajos que se refieren a los siglos XVI y XVIII muestran la existencia de todo un sistema de intercambio de productos de diversa índole, desde los más escasos y difíciles de encontrar hasta los elaborados en cada uno de los nichos ecológicos, mismos que se intercambiaron de manera constante y fluida entre diversos lugares. En un primer momento, esto se hacía respetando la división económica y política de los señoríos indios; después, conforme a la organización española. Sin embargo, no se explica si tuvieron continuidad o hubo reacomodos provocados por la propia conquista.

Los intercambios entre los diversos nichos ecológicos permitieron que hubiera una intensa actividad mercantil, con las variantes de los mercados imperfectos y la escasez de moneda fuerte; marcados por la calidad, la abundancia, el cultivo o procesamiento local; y todas las variantes que se dan en estos intercambios, incluso las formas de reparto de la riqueza entre los indios a través de las festividades. Las evidencias señaladas por las autoras demuestran lo importante que era la economía en esta región no central; la circulación de mercancías en el espacio era constante y se mantuvo con quienes llegaron, con la organización española, la presencia de productos extranjeros y la vinculación con el mercado exterior. En estos trabajos la evidencia es más contundente que el uso de los conceptos, pues no acaban de definirlos, y menos de utilizarlos como una herramienta hermenéutica. Como los autores lo señalan, es un problema que no se resuelve ni con los datos que se muestran.

Los trabajos que abarcan del siglo XIX al XXI plantean problemas nuevos, pero bajo la misma óptica: la aparición de empresas establecidas para controlar varios artículos en un espacio más amplio, ¿una región más grande?; como fue el caso de la carne, un producto básico y de amplia demanda; no como ahora, que por el precio ha dejado de tener preeminencia en las mesas. La característica fue que se establecieron los medios para controlar el proceso desde la crianza hasta la distribución en los diversos mercados; pero con una variante modernizadora: la introducción de la congeladora para distribuir la carne a larga distancia y en mejores condiciones. El estudio se centra en el caso mexicano, donde empresarios extranjeros buscaron controlar esta actividad aprovechando sus ventajas para ofrecer, a diferencia de las empresas existentes, un producto mejor conservado que se podía trasladar a distancias que antes no era posible. Sin embargo, la historia de esta compañía que nos narra el libro parece ser una de muchas que vivieron la misma condición en México: la incapacidad de una mejora en la inversión que permitiera un crecimiento constante y un abasto más amplio; lo que sucedió fue su quiebra y desaparición a fines del siglo XIX y principios del XX.

Los dos trabajos siguientes regresan al altiplano cundiboyacense, para presentarnos otros aspectos del mercado a principios del siglo XX. Uno aborda la actividad mercantil en la ciudad de Tunja, mismo espacio que se trabajó para los siglos ya referidos. El estudio de la actividad mercantil mediante las tiendas, la variedad de productos y las formas de venta forman parte de una explicación que nos permite entender la compleja relación que se dio -y se sigue dando- entre el campo y la ciudad como espacios integrados entre ellos donde las relaciones son simbióticas, asimétricas pero constantes. La regulación de las diversas formas de venta era una parte importante de las funciones del ayuntamiento urbano, para lo cual fue necesario ordenarlas; la integración, nos explica el libro, se dio de manera regular, ya que la legislación reordenó los intercambios y posibilitó la integración del espacio.

Era distinta la venta de productos perecederos de la de procesados, así como entre la de semovientes y lo demás. La amplia variedad obligó a las autoridades a imponer el orden liberal al espacio urbano. Así, el reordenamiento de éste fue resultado de la pérdida de ciertas prácticas y alimentos, como se ve en el último trabajo presentado en el libro.

Sin una explicación del proceso vivido a lo largo del siglo XX, podemos entender la pérdida de ciertos productos en los diversos nichos ecológicos, bienes que han desaparecido de los puestos del mercado y las mesas de los consumidores de Tunja, en el altiplano cundiboyacense de Colombia, por decir lo menos. Por medio de estudios etnobotánicos, se da cuenta de su desaparición. Por la preeminencia del comercio internacional, es más fácil encontrar frutos chilenos que turmas, cubios, totumos o yopo, entre otros productos, lo que impacta directamente en los productores indígenas y un consumo de mayor calidad y con más nutrientes.

Las condiciones ecológicas de los suelos ubicados en diferentes altitudes posibilitaron un cultivo variado, que permitió una producción importante y un intercambio constante. Empero, la presencia de intermediarios, supermercados y distintos estilos de consumo hicieron que se dejara de lado la diversidad alimentaria y cultural de este territorio; si bien es difícil encontrar estos productos en los mercados locales, es imposible en otros regionales o nacionales, nos indica este trabajo. La diferencia encontrada a partir de estudios genómicos es sustancial, y la calidad de nutrientes, proteínas y demás hace una diferencia considerable, lo cual impacta en la salud de las familias más pobres. Sin embargo, perviven algunos mercados locales como centros de la diversidad cultural y alimentaria, como una alternativa de alimentación y nutrición más consistente para la población en general, principalmente para aquella que cuenta con menos recursos para cubrir sus necesidades básicas. Como bien se ha mencionado, la condición se ha impuesto, en los periodos liberal y neoliberal se pasó de un trabajo ético a un consumo estético.

El uso del concepto de mercado con base en autores como Polanyi, Assadourian, Colmenares y Langebaek, entre otros, es interesante por las posibilidades de construcción y los problemas de interpretación que surgen debido a que sus planteamientos son distintos y a veces contradictorios. La propuesta de su uso hace interesante la lectura. Las variables utilizadas en el estudio del mercado nos permiten entender varios problemas, como el de la circulación de mercancías con valor intrínseco antes y después de la llegada de los españoles; las mantas, por ejemplo; o la convivencia de la venta indígena, el tianguis, con los establecimientos permanentes introducidos por los españoles, las tiendas. La necesidad de regular las ventas, el peso, la cantidad, el precio y las medidas fueron constantes antes y después, e incluso en pleno siglo XXI, la venta sigue manteniendo medidas no convencionales.

El uso de medios de intercambio general, que no necesariamente son moneda, no impide hablar de mercado. Al contrario, abre una posibilidad amplia de entender tales prácticas en diferentes niveles, intensidades y espacios. Estos medios de cambio -mantas, yerba, coca, etc.- nos explican la intensidad y la distancia de las redes de comercio, y por ende del mercado, lo que sin duda mantienen hasta el día de hoy diferencias y desigualdades enormes. Por ello se puede seguir estudiando el mercado.

Estas son las reflexiones que me ha provocado la lectura del libro Mercado y región. Las observaciones y faltas de explicación de los conceptos de mercado y región quedan de alguna manera explícitos con las evidencias documentales presentadas. A pesar de esto, les invito a leer este libro, que es provocador sobre todo por la información que presenta, el intento de explicar en el largo periodo de la ¿posible? existencia del mercado en el altiplano cundiboyacense colombiano.

Notas al pie:
  • 1

    Zona de tierras altas y planas ubicada en la cordillera oriental de los Andes, entre los departamentos colombianos de Cundinamarca y Boyacá y el distrito capitalino de Bogotá.

Historial:
  • » : 07/12/2024» : 2024Jul-Dec