A principios del siglo XX, en Luxus und Kapitalismus , obra publicada originalmente en 1913, el economista alemán Werner Sombart reflexionaba sobre la comprensión de la génesis del capitalismo moderno. En este libro, publicado posteriormente en español con el título de Lujo y capitalismo, el autor aborda el deseo de lujo, la búsqueda del placer y el desarrollo de una industria capitalista. Aunque la figura de Sombart tiene sus controversias, especialmente por su inclinación hacia el régimen nazi (Grundmann y Stehr, 2001), el propósito de esta reseña es discutir una obra que sigue siendo relevante y actual para pensar las dinámicas en torno al consumo. De esta forma, el trabajo de Sombart es pertinente porque proporciona el argumento inicial para una teoría de las élites, posteriormente trabajada por Pareto (1987) para pensar los procesos de gobernabilidad a partir del tránsito entre élites simbólicas y de propiedad y la consolidación contextual de las élites tradicionales. De esta forma, Sombart se diferencia de las concepciones analíticas del capitalismo centradas en el trabajo (Marx, 1984; Weber, 1984), lo que posibilita reflexiones sobre la construcción de una teoría de la clase ociosa (Veblen, 1983). Pensando en los cambios en la esfera de la actividad humana, especialmente en lo que se refiere a las relaciones intersexuales, el autor desarrolla reflexiones sobre una ética romántica entre la aristocracia y la alta burguesía. Al explorar la relación entre lujo y capitalismo, se esfuerza por construir hipótesis que discuten la figura de la mujer, el desarrollo de una industria y los artículos de lujo. En seis capítulos, Sombart desarrolla un concepto moderno del lujo en las sociedades occidentales.
En el primer capítulo, «La nueva sociedad», el autor establece un paralelismo entre las tres grandes clases que dominaban la alta sociedad en aquel contexto. La primera de ellas, la aristocracia, surgió a finales del siglo XVI y fue moldeada por las diversas cortes europeas. Estas prácticas, que discurrían entre la intriga, el amor y el lujo, legitimaban la suntuosidad y las conquistas a través de las relaciones amorosas. La segunda clase, representada por la burguesía emergente, retrataba las nuevas estructuras de riqueza para la época, así como las fortunas nacionales que adquirían relevancia en el contexto. Por último, una nueva nobleza se formaría a partir de los llamados «nuevos ricos», lo que establecía una «nueva sociedad» a través de la «fusión» entre la sangre azul de la clase aristocrática y el dinero burgués, un fenómeno observado especialmente en los países más representativos del desarrollo inicial del capitalismo, como Alemania, Inglaterra y Francia. Este «matrimonio» se refiere a la adición del estatus económico, a lo que Sombart denomina estatus de influencia y poder, que reestructura la riqueza en nobleza por medio de un proceso de ennoblecimiento de la clase burguesa.
En el segundo capítulo, Sombart analiza el surgimiento de las grandes ciudades. En este segundo proceso de construcción capitalista, en los siglos XVI, XVII y XVIII, surgió un tipo de ciudad grande y populosa, con estructuras orientadas al crecimiento del comercio y la industria, dando así lugar a la formación de una clase consumidora típica de los procesos urbanizadores de la época, donde destacó la concentración del consumo que se organizó en el crecimiento de los centros urbanos. Haciendo hincapié en Ámsterdam, Venecia, Roma, Madrid, Nápoles, París y Londres, el autor presenta datos numéricos sobre los estilos de vida lujosos y los placeres que atrajeron a muchos extranjeros a estos lugares. Sobre todo, señala cómo estos espacios se caracterizaban por una mala distribución de la población y la riqueza. Sin embargo, al pensar en el comercio como creador de la ciudad moderna y detallar las clases de habitantes claramente diferenciadas, es necesario destacar el oficio de los artesanos y su papel en el desarrollo de una refinada industria del lujo, que hacía que ellos vivieran del gasto de los ricos. Así, de alguna manera, las políticas urbanísticas y económicas del siglo XVIII prestaron especial atención al destino de las rentas territoriales producidas por la instauración del nuevo sistema, en términos de formas de gasto, lo que dio lugar al fenómeno del lujo tal y como lo conocemos hoy en día.
Buscando definir las correlaciones necesarias para su argumento central en el libro, el tercer capítulo es titulado por Werner Sombart como «La secularización del amor». Inicialmente, subraya el «triunfo del amor ilegítimo» en términos de cambios significativos en las relaciones sexuales, las concepciones del amor y las relaciones amorosas. Para él, el «espíritu de la época» estaba marcado por las relaciones entre clases sociales como la «corte», la «nobleza» y la «burguesía», o clase «imitadora», especialmente en lo que respecta a su vida amorosa y su deseo de pertenecer a los círculos sociales y culturales de la época. Vinculado a ello, el fenómeno del amor universal al servicio de un orden divino superior perdió fuerza y dio paso a un proceso de «secularización del amor». Así, nacieron nuevas relaciones ligadas a las representaciones sexuales humanas, a la práctica del erotismo disfrazado de «pecado», que sería representado por el propio arte a lo largo de este periodo.
En la lucha entre «amor y castidad», el amor erotizado por los cuerpos desnudos de las mujeres, que alimenta los encantos del amor sexual, define ideales de belleza y deseos de disfrutar de los placeres corporales, que a su vez validarán el cuerpo y sus experiencias ante el espíritu. Es a partir de estas relaciones entre un concepto hedonista y estético de la mujer y el amor, así como de los caprichos de la pasión en las nuevas experiencias de la sociedad, que Sombart establece la figura de la «cortesana», «ramera» o «dama de la corte» como representación de un nuevo espíritu social que se estaba instaurando en las cortes de la época, vinculado con las relaciones extramatrimoniales y el aumento significativo de la prostitución desde la Edad Media.
Así, los reyes tendrían relaciones legítimas con sus reinas -esposas- con vistas a acuerdos políticos recíprocos, dada su herencia aristocrática, y elegirían un nuevo tipo de mujer: las damas de la corte, con las que vivirían relaciones extramatrimoniales e ilegítimas, adulterios y aventuras amorosas, configurando así una nueva esencia para la vida de las cortesanas. Éstas, a su vez, se diferenciaban de las llamadas «cortesanas puttanas» en que eran consideradas un grupo selecto, con aptitudes para el teatro, la pintura, la poesía, el ballet y otras artes, muy diferentes en cuanto a gusto, riqueza y sofisticación. En este contexto, las cortesanas acabaron convirtiéndose en figuras influyentes en lo que se refiere a lo último en moda, lujo, suntuosidad y extravagancia; referencias que primero llegaron a las rameras y luego a las damas más respetables, pero que se reprodujeron socialmente a lo largo del tiempo. Al destacar el papel de la mujer, y por tanto analizar la ética y la estética aristocráticas, el pensamiento sombartiano sistematiza una historicidad sobre el consumo y el capitalismo.
A continuación, en el cuarto capítulo, titulado «El desarrollo del lujo», Sombart reflexiona sobre el concepto del lujo y lo que considera su esencia. Para empezar, lo define como «todo gasto que va más allá de lo necesario» (2009: 49). Además, delimita la superioridad, determinada subjetivamente por un juicio de valor estético, por ejemplo, o relativa a las necesidades culturales, por otro ejemplo. Clasificando la noción de lujo entre polaridades, el autor identifica los aspectos cualitativos del lujo. Por un lado, se refiere a la prodigalidad o el consumo de bienes u objetos considerados de calidad superior o refinada y, por otro, a la acumulación de riqueza y el gasto suntuario. Otra clasificación conceptual planteada por Sombart se refiere a la diferenciación de los conceptos absoluto y relativo de lujo, que están relacionados con el grado de refinamiento de un objeto. Para él, vivir en el lujo se refiere a una serie de actos materialistas y egoístas, personales e individuales que se convirtieron en parte de la vida en sociedad después del Renacimiento, un período de la historia del arte que se centró en la centralidad de la existencia humana con impactos significativos en los sentidos y estilos de vida del cuerpo, la sexualidad y el erotismo.
Durante este proceso histórico, una visión del mundo favoreció la materialidad, así como la libertad sexual y la búsqueda de la extravagancia como factor social con el lujo como fin. Para construir su argumento, Sombart pasa revista a los elevados gastos de las cortes española, francesa e inglesa. En particular, ofrece cifras detalladas sobre las elevadas cantidades gastadas durante la época de Luis XIV, quien utilizó el boato de la riqueza como símbolo de magnificencia, poder y ostentación en Francia. Entre la mujer como objeto de amor y el extravagante estilo de vida que representaba el lujo en aquella época, Sombart analiza las cuentas de gastos de figuras como la marquesa de Pompadour, Catalina de Médicis y la reina María Antonieta. La propensión al lujo y el placer, reflejada en el consumo cortesano, se fue extendiendo a todas las clases sociales, de modo que las clases acomodadas aspiraban a las mismas experiencias de lujo y participación en los círculos cortesanos.
A partir de la interiorización de la vida doméstica y la valorización de lo privado, la mujer aparece como anfitriona de estos procesos de objetivación. Además, la tendencia a la sensualidad, el refinamiento y la satisfacción de los deseos se convirtieron en los valores sociales del lujo, que comenzó a construirse y percibirse en el consumo de objetos y artículos elegidos para los hogares, desde muebles hasta alimentos, estableciendo así modelos de decoración. Las grandes cortesanas fueron pioneras en este sentido, todo en nombre de los caprichos de amor y belleza de sus reyes, construyendo residencias que eran verdaderas grandezas en encanto y opulencia. Además, el desarrollo de las ciudades también comenzó a centrarse en el ámbito público del lujo, con la construcción de salones de baile, restaurantes, hoteles, tiendas y una serie de edificios que representaban el progreso de la propia urbanidad capitalista.
En esta maraña de conexiones, Sombart presenta su argumento central en el sexto capítulo: el capitalismo es hijo del lujo. Enlazando fenómenos complejos y muy historizados, revisa el papel del lujo en la génesis del capitalismo moderno, y destaca su papel detrás de las formas económicas desarrolladas entre industria, manufactura y riqueza. Según el autor, los gobiernos empezaron a adoptar con el tiempo actitudes benévolas hacia el lujo y beneficiaron a la industria capitalista con leyes destinadas a la aparición de nuevos mercados. Montesquieu (1993) destaca estas actitudes en su reflexión sobre el papel del lujo en un planteamiento moralizante que utiliza la prodigalidad para favorecer el comercio.
En términos prácticos, la transferencia de riqueza de la aristocracia a la burguesía institucionalizó el sistema capitalista, especialmente en los mercados de exportación e importación. Para Sombart, las especias, los perfumes, las pinturas, las telas, los adornos, los lienzos e incluso los medicamentos que figuran en la lista de productos comercializados con Oriente en aquella época representan prácticas de lujo, como se desprende de las cifras que presenta para el comercio europeo de objetos de lujo entre los siglos XVII y XVIII. También se refiere a un comercio de artesanías de lujo, adornos y frivolidades, que constituyeron una parte importante del negocio que fomentó el desarrollo capitalista tal como lo vemos hoy. En este sentido, las transformaciones y mejoras de las técnicas, incluida la propia agricultura, contribuyeron a la creciente demanda de lujo por parte de las clases altas, que lo utilizaban cada vez más como símbolo de distinción.
La industria en su conjunto se desarrolló en su producción, fabricando artículos cada vez más sofisticados y perfeccionados, utilizados para satisfacer necesidades suntuarias, lo que marcó importantes transformaciones y complejidad en la organización capitalista, siempre mediada y marcada por la figura del lujo. En Francia, Sombart destaca la aparición de grandes segmentos industriales que dieron lugar a marcas de prestigio en el mercado. Ramas como la fabricación de espejos, cristal y porcelana, tejidos y otros artefactos de lujo se convirtieron en referencia del consumo suntuario, que se aceleró y remodeló con la revolución industrial y el desarrollo de políticas capitalistas liberales. Para el autor, los efectos revolucionarios de la demanda de artículos de lujo se reflejan en la organización de las industrias, en cuanto a la naturaleza de la producción, la comercialización y la creación, lo que condiciona la propia existencia del mercado y de un sistema industrial.
Según Werner Sombart, el lujo es un concepto complejo que implica la satisfacción de deseos estéticos, sociales y culturales, pero también puede tener implicaciones negativas si no se modera. En este escenario, identifica tres características principales del lujo. La primera es la irracionalidad: el lujo no está determinado por la razón o la necesidad, sino por la emoción y el deseo. La segunda es la exclusividad: el lujo está reservado a una minoría, generalmente la clase alta, que puede utilizarlo como señal de distinción social. Y en tercer lugar, el esteticismo: el lujo se relaciona con la belleza, el gusto y la sofisticación. El autor también sostiene que el lujo desempeña un papel importante en el capitalismo, ya que estimula la innovación y la creatividad, crea empleo y genera ingresos, y en última instancia, refleja el estatus social y el poder del sistema capitalista.
En conclusión, Sombart postula cómo la demanda de artículos de lujo ha revolucionado los procesos industriales. Pensando en un mercado que nació como símbolo de distinción marcado por el arte, la artesanía y la exclusividad, nuestras normas de producción han cambiado considerablemente. Así, la dinámica del mercado del lujo ha modificado la naturaleza de los procesos de producción, debido a su propia complejidad. Yendo más allá, el lujo también modifica la naturaleza de los procesos de venta, pensando que son mucho más propensos a las fluctuaciones en la comercialización que los bienes de uso recurrente. Como tercer momento, el lujo modifica la propia naturaleza de las cosas; también provocado por el orden histórico y la sucesión de hechos entre la aristocracia y la burguesía, que el autor explora a lo largo del libro, el lujo modifica la relación entre los seres humanos y las cosas. Por último, afirma que el mercado del lujo fue capaz de crear y mantener la existencia de un mercado y un sistema industrial, cuando los bienes de consumo de masas sólo llegarían años más tarde.
Lujo y capitalismo es, por tanto, una de las obras fundamentales para comprender las raíces culturales y el desarrollo histórico del consumo y el propio sistema en el que estamos insertos. Al analizar una «ética del consumo», Sombart parte de la idea de que la búsqueda del placer, la distinción y el reconocimiento a través de distintos tipos de consumo, especialmente el mercado del lujo se convirtió en el núcleo para el desarrollo de una industria que se fundó sobre estos supuestos y continúa hasta nuestros días. Sin embargo, critica el lujo exagerado argumentando que podía conducir a un consumismo excesivo, la desigualdad social y la pérdida de valores éticos. Como dice Werner Sombart, «en resumen, el lujo, hijo legítimo del amor ilegítimo, generó el capitalismo» (2009: 136), haciendo del lujo un fenómeno esencial de la sociedad capitalista y que merece ser observado hoy en día.
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Grundmann, R. y Stehr, N. (2001). Why is Werner Sombart not part of the core of classical sociology? Journal of Classical Sociology, 1(2), 257-287. DOI:10.1177/14687950122232558.
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Marx, K. (1984 [1867]). O capital (vol. i). Civilização Brasileira.
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Pareto, V. (1987). Manual de economia política (2ª ed.). Nova Cultural.
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Montesquieu, C. (1993 [1748]). O espírito das leis. Civilização Brasileira.
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Sombart, W. (2009 [1913]). Lujo y capitalismo. Ediciones Sequitur.
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Veblen, T. (1983 [1899]). A teoria da classe ociosa: um estudo econômico das instituições. Abril Cultural.
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Weber, M. (1967). A ética protestante e o espírito do capitalismo. Pioneira.
- » Recibido: 10/01/2025
- » Aceptado: 21/01/2025
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